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Mostrando entradas de noviembre, 2015
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Resistir es una tarea difícil. Como ese tiburón me he sentido cada vez que, por necesidad, tenía que pisar un WalMart en LA y recibía la desaprobación de amigos que sólo comen frutas deliciosas de mercados orgánicos y que ningún agricultor indocumentado puede probar (víctimas del neo-esclavismo, cosa normal en este país: víctimas los dos, mis amigos y los indocumentados). Mis amigos, por ejemplo, pueden soportar a un clasista, moverse en círculos sociales clasistas, alentar el clasismo, promoverlo, incluso ser clasistas. Pero siempre van a presionar a quien compre en WalMart. Escribo un libro, por eso estoy esta mañana aquí, en lugar de continuar con el ensayo que me fascina, un resorte impulsivo (¡sí, también a veces, actúo por impulso, sin pensar, como un resorte! -como cuando te besé por primera vez-) me condujo a esta caja de texto. Porque estoy escribiendo sobre la presión social, esa mancha oscura que se desborda por las miradas, incluso, de nuestros seres más queridos.
Hoy no creo en nada. No quiero hacer nada. No me conmueve nada (o me conmueve todo). No creo en nada porque veo cómo la fuerza de los lenguajes huecos avanzan. Las palabras a las que se les despoja de sentido. El lenguaje es una fiel reproducción de lo que pasa con nuestras sociedades a nivel mundial. ¿Se puede todavía hablar de sociedades? Ayer estaba a un paso de entrar aquí y escribir esto, pero recibo llamadas entusiastas, sonrisas emprendedoras, visitas para organizarnos, asuntos que resolver, escuché jazz, bailé abrazada de mis seres queridos. La verdad es que estoy cansada. ¿Cómo se puede entregar un proyecto cuando lo que te envuelve es el cansancio? No es un cansancio físico totalmente, es un cansancio moral ¿se puede? Una decepción profunda. Dudo de cada frase que construyo, observo el lenguaje como si fuera un animal que no había visto antes en mi vida, y que, además, no sé qué es lo que intenta decirme. No entiendo mi propio corazón. Un amigo me comentó que era muy sencil
Y por si no quieren leer (yo les leo):
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Perón tomando café. Pero ya sé de lo que quería hablar desde la mañana. No era de ti, ni de mí. Sino de la guerra. Que es lo mismo que hablar de ti o de mí. La tercera guerra mundial, que le llaman. Yo la llamaría, la primera guerra global. Que no se libra sólo en la geografía terrestre mundial, sino también dentro de un geografía tecnológica y virtual; el "otro" mundo, que si filtra hacia el mundo terrestre a través de las regulaciones tecnológicas de los aparatos que producen el mundo virtual: teléfonos, ordenadores, televisiones, dvd's, relojes de pulsera, chips de automóviles, y un largo etc. Hay asuntos relevantes para tomar en cuenta aquí. Que no tienen nada que ver con asuntos personales, sino globales. No somos un pequeño cuerpo intentando parecerse a los prototipos que nos lanzan los medios de comunicación. Incinerando nuestro pelaje como fórmula para la verdad, blanqueándonos o bronceándonos. Somos ya, algo más que la máscara. Tampoco somos animalitos
No encuentro mis lentes. Aún así, el impulso de venir acá y comenzar a escribir con los ojos llorosos,(producto en parte de dos litros de vino que bebí anoche, y en otra parte de estos cuarenta y dos años que se detienen frente al monitor) no terminaba de manifestarse apenas puse un pie fuera de la cama ¿qué es esto que escribo acá? ¿qué es esto que he sostenido por quince años acá, en esta plataforma? Hubo un tiempo en que todo mundo teorizaba sobre el blog y su pie que avanzaba creando un rumbo nuevo para los escritores que, dificilmente, eran leídos fuera del aparato institucional. A mí, en ese entonces, me pareció absurdo analizar algo tan natural como la escritura, sólo que ahora en un medio distinto, en una plataforma diferente. Lo que sí puedo afirmar es que es una escritura distinta [...] Oooops, ya está el café, encontré mis lentes, la vida es buena y ha vuelto a mi cuerpo enteramente. Decía que para mí el blog se convirtió en una forma de la escritura totalmente distinta. P
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paseo por la montaña No sé si llamarlo crisis. Si las llamo así tendría que aceptar que mis crisis, últimamente, duran menos de una noche. Pues la tuve ayer. Una crisis. Comencé a pensar en todos los proyectos en los que tengo que concretar un avance antes de diciembre. Avances cruciales. ¡Todos! A estas alturas del año recuerdo que las personas tienen cierres de edición, las convocatorias tienen fecha de cierre, los trámites migratorios tienen que "realizarse" sí o sí. Olvido que tengo tres libros sin terminar, que no he avanzado ni medio párrafo en el libro que me atormenta, que mis ganas de publicar en Brasil se disipan, gracias a mi nula capacidad de sumergirme en la prosa ya escrita, reordenarla y fecharla. El tiempo se me pasa entre los vecinos que llegan a la casa, las nuevas amigas que me presentan a sus familias, los niños que visitan la Biblioteca Libre, el mercadito de los sábados donde instalo la Librería Feminista, los eventos de las organizaciones de muj
En gran medida, me defino como obsesiva compulsiva para deshacerme de la responsabilidad que me ata a mis propias decisiones. No escuchar mi sonata predilecta de Bethoven con otro interprete es una responsabilidad que no quiero tomar (nunca sabré cómo escribir Bethoven, lo siento): nadie, como Richter, pasa de una nota a otra con total continuidad, sin interrupciones (y es verdad, pero ¿por qué no acepto que existe belleza en sentir cómo las notas llegan a su fin y se unen perceptiblemente a otras cuando la misma sonata es interpretada de forma distinta?). Definirme como obsesiva compulsiva me permite imaginar: este no es un trabajo, es una obsesión. No estoy construyendo un estilo, no trabajé en crear los artificios de mi lenguaje durante aaaaños, para ahora manejarlos como si untara mantequilla en un pan; solo me obsesioné con el lenguaje como ahora me obsesionan otras cosas. Un vacío se clavó en mi estómago cuando percibí que, tal vez, me he estado ocultando detrás de mis obsesio
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Alegría de mi tristeza. (La espera es difícil, más yo espero zambando... una rosa es una rosa una rosa es una flor).
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Qué nos importa/ qué nos importa/ aquella gente que mira la tierra y no ve más que tierra/ / Qué nos importa/ qué nos importa/ toda esa gente que viene y que va por el mundo sin ver/ la realidad.
Amigos, no se preocupen, estoy bien. Pensando en las marcas que genera la vida. La manifestación de la realidad es esa forma en que percibimos las marcas que nuestro pensamiento transporta hacia afuera. ¿Me explico? Creo que no; creo que tendrían que verlo, como yo lo veo. Es difícil compartir una percepción. Como la percepción de la víctima, por ejemplo: yo no soy una víctima, soy una mujer que navega sobre (o en) sus circunstancias. Tampoco denuncio. No utilizo los medios de comunicación para denunciar, mis problemas no son importantes. Lo que es importante es construir, construir de forma global y comunitaria. Poner esa marca aquí (o allá afuera) ¿viste? Como tener el poder de pensar en una flor y la energía de sembrar para que esa flor que se pensó, aparezca (o nazca, o germine) ¿No es lindo? A esa marcas en nuestra realidad me refiero. Esas manifestaciones únicas a través de las que logramos crear una realidad ¿alguien piensa todavía que su mente está encerrada dentro de su cabe