Hoy no creo en nada. No quiero hacer nada. No me conmueve nada (o me conmueve todo). No creo en nada porque veo cómo la fuerza de los lenguajes huecos avanzan. Las palabras a las que se les despoja de sentido. El lenguaje es una fiel reproducción de lo que pasa con nuestras sociedades a nivel mundial. ¿Se puede todavía hablar de sociedades? Ayer estaba a un paso de entrar aquí y escribir esto, pero recibo llamadas entusiastas, sonrisas emprendedoras, visitas para organizarnos, asuntos que resolver, escuché jazz, bailé abrazada de mis seres queridos. La verdad es que estoy cansada. ¿Cómo se puede entregar un proyecto cuando lo que te envuelve es el cansancio? No es un cansancio físico totalmente, es un cansancio moral ¿se puede? Una decepción profunda. Dudo de cada frase que construyo, observo el lenguaje como si fuera un animal que no había visto antes en mi vida, y que, además, no sé qué es lo que intenta decirme. No entiendo mi propio corazón. Un amigo me comentó que era muy sencillo, que la derecha había colocado ya su fuerza en un país más y que entonces mi dolor provenía de sentir que, en el mundo, existe un lugar menos para mí. Muy acertada su conclusión. Mis motores anímicos encuentran respuestas que parecieran que los mantienen a flote dos segundos para volverse a hundir. No es sólo que exista un lugar menos en el mundo para mí. Es una desilusión completa. Debería estar celebrando, pienso yo. El mundo que percibo se derrumba. Mi mente se derrumba. Otra vez me estoy quebrando, he escrito en otros momentos que es bueno derrumbarse y volverse a armar. Conozco esa sensación y me gusta, me gusta la absoluta vulnerabilidad, Sólo que esta vez lo que se está borrando es una parte de mí, una parte de mí que solía disfrutar de sí misma. La parte que solía contemplarse y estar segura de que, bueno, todo está derrumbándose pero yo sigo aquí, con la ferocidad de un animal, con la tranquilidad de una flor, con la vida silenciosa de un lago. Solía decir "yo no pruebo la miel, soy la miel". Eso parece cosa del pasado. En estos momentos no creo en lo que escribo, puedo hacerlo, lo hago bien. Mis amigos y mis editores me felicitan. Las invitaciones continúan. Por alguna razón ciertas comunidades intelectuales quieren verme y conversar con esto que soy. Pero yo estoy absolutamente desposeída. Como si algo me hubiera abandonado. No es el abandono de alguien. Es algo de mí que me ha abandonado. Una fuerza. Afortunadamente todo está en movimiento y nada es permanente. Estoy decepcionada de mí, de mi percepción de la realidad. Eso es normal. Sucederá siempre que nos de por creer que tenemos alguna certeza, la certeza tarde o temprano se derrumba. Me equivoco en todo lo que percibo, imagino de más y ociosamente, No soy quien creo que soy. No tengo lo que creo que tengo. No logro lo que creo que logro. No entiendo lo que pienso que entiendo. Vivo absolutamente equivocada, desviada por mis obsesiones. No es que me interese avanzar hacia algún lado en específico. Es sólo la sensación de carecer de un presente real. ¿Dónde está el avance? ¿Seis, siete, ocho presentaciones en la casa de Cielo Portátil de diferentes artistas desde que llegué a este desierto? ¿Grupos de personas reunidas preguntándose "quién vive aquí" "quién hace todo esto"? ¿jóvenes que se sorprenden ante un postre? ¿Niños que pasan y se encuentran con libros de dinosaurios en la esquina de casa? Me siento absolutamente pobre, no de esa pobreza económica, sino de esa pobreza vital que logra que las comunidades se echen a andar. Estaba pensando en viajar, pensaba que ha sido un año exhausto y necesito vacaciones ¿a quién intento engañar? Existo sólo en mi cabeza. No hay nada tangible de mí en la realidad, No alcanzo a manifestarme hacia a fuera de forma tangible. No he creado nada.
Quienes me conocen saben que esta percepción, como todas percepciones erróneas que he tenido este año tampoco son permanentes, duran lo que dura un suspiro (ojalá); después, comenzaré a aprender.