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La verdad es un velo tan sutil, tan frágil que a veces pienso que los seres humanos somos incapaces de verla. Con todos los velos que cubren lo que realmente somos y aunque he estudiado tantos años las prácticas para por lo menos por unos segundos tocar esa verdad, sigo teniendo dudas. Esa verdad que logro tocar gracias a los años de práctica, esos vuelcos que la verdad de lo que somos provoca en mi corazón se diluyen en un segundo ante las imposiciones del pensamiento o “las formaciones mentales” diría Tich Nhat Hahn. Entonces hay que instalarse en esa verdad y ser la práctica constante para nunca dejar ese lugar. Lo llamamos “casa”. Intentar ver la verdad es intentar rastrear el origen de todo. Ninguna ciencia puede explicarlo. Pero por el hecho de que no podamos explicarlo no significa que no exista. Aunque ¿quién concibió la palabra “origen” para justificar la necesidad de saber de dónde o de quién somos? Hay tanto odio en el proceso de comprender. Tanto rechazo. Tanta necesid...