Cada vez es más difícil para mí ajustarme a la virtualidad sin sentir la vigilancia encima, pero este lugar sigue pareciéndose a mi refugio, He perdido la práctica de venir aquí y me quedo en blanco de vez en vez: no me importa. Nunca me ha preocupado quedarme en blanco, y nunca he sentido prisa por decir algo a lo que no le da la gana aparecer. Estos meses he renunciado a la escritura de forma natural. Aunque renunciar también es un decir, una en el pensamiento lleva un discurso que se torna ilusoriamente infinito.El discurso se acaba y estoy bien con que el discurso se acabe: descanso. Estos meses también (como ningunos otros) el descanso se ha convertido en una voz constante, insistente e ignorada. No puedo. Sencillamente no puedo descansar. Yo sé que venir aquí también es descansar, pero estoy en un punto en el que tengo que elegir descansar aquí, de esta manera, o dormir. No exagero, pero exagerar o no tampoco importa. Decía de renunciar.
Hilma af Klint/Summer Landscape. |
No me preocupa quedarme en blanco y tampoco me preocupa renunciar. Cada día mi mundo en lugar de vaciarse, se va llenando de más y más cosas. Con lo que me encanta el vacío, o la vacuidad. Con lo que me encanta sentir que mi mente es un campo amplio y fresco, una geografía silenciosa. Pero esas geografías, en estos tiempos, están hechas para los millonarios o para los muertos. Puedo tocarlas en mis sueños y, aún así, en mis sueños sé que no son para mí. Sin embargo si, en mi mente consciente y despierta, esa amplitud sólo de imaginarla de vez en cuando aparece. Pero la vida se acumula, cuando una ha decidido desde muy joven vivir lo más posible, con un par de años que pasen sin vaciar el corazón es suficiente para no dar con el descanso. No me refiero a vivir la mayor cantidad de años, sino a vivir la mayor cantidad de vida. En fin, me iré recuperando en esto de practicar, en esto de juntarme aquí, conmigo (y contigo: te extraño).