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Mostrando entradas de agosto, 2025
 Y bueno, por fin tengo un estudio en casa para escribir. Lo conseguí armando los libreros en el pasillo y colocando una mesa de madera al centro de una recámara. Hace tiempo que quería usar para algo el textil azul cielo que encontré en Guatemala. Lo puse sobre la mesa de madera y voilá: habemus estudio. El punto es: para qué quiero un estudio. Justo al momento de escribir la pregunta la respuesta ya está surgiendo: para sentirme en casa. En cuanto acomodé los libros en el pasillo comencé a sentir cierta nostalgia. Me recordaron a la casa de tantas amigas o tantas conocidas que hacen malabares para estabilizar una biblioteca más o menos organizada, mientras equilibran su vida con el empleo, el arte, la escritura, los niños. Cuando terminé pensé que algo hice bien. (No muerdo el anzuelo, fue sólo un pensamiento reflejo, una sensación de rebote, para poder definir mi satisfacción: porque el bien y el mal, pues ya sabemos). Coloqué una pequeña alfombra rosa frente al librero, y desde...
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 Otro día más de luto. Como si los periodistas fueran quienes toman las decisiones en las zonas de guerra. No soy una persona optimista, ustedes saben, pero procuro estar absolutamente presente cada día en este pequeño entorno que soy. ¿Somos estos pequeño entornos? ¿O estar absolutamente presentes significa saber y sentir la impotencia de quienes son acorralados y masacrados en territorios donde se supone que nosotros no estamos? Desde hace años suelo pedirle a mis amigas o a mis amigos que me presten su mente antes de dar alguna charla pública, para poder compartir el maravilloso conocimiento que entre todos acumulamos. Creo que lo mismo pasa con el sufrimiento: quién dijo que no estamos conectados. De Guatemala a Dinamarca, de Honduras a Gaza, de México a Japón sé que somos un sólo organismo. Un organismo que insiste en apuñalarse y amputarse a si mismo constantemente. No es una visión religiosa de la realidad, no se confundan, es una visión biológica. Hay más o menos corazón en...
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 Ayer, en el corcho de anuncios del edificio donde vivo, encontré colgada una pegatina que conmemora la existencia de Palestina. Quité la tachuela que la sostenía y la traje a casa. La pegué aquí, en esta máquina. Cubriendo el logo de esta máquina. No puede evitar sentir que no sirve de nada. Aunque encontrarla así, se vuelve en estos tiempos ya, como un código. Alguien tuvo que entrar al lobby del edificio y ponerla ahí. Es un trabajo de esténcil con spray sobre papel de etiqueta, algo abstracto. Lindo. Lo veo como si me comunicara con alguien muy querido a la distancia, y esa comunicación existiera sólo para mí. Tal vez eso es la esperanza. Hoy desperté recordando la frase que dice mi mamá: no se te cierra el mundo. (Mi mamá, atleta profesional, campeona nacional de atletismo, que ahora no puede levantarse por sí sola de la cama). Pues bueno, mi madre acierta en esa parte de mi personalidad (como acertó en sus decisiones y en su manera de vivir la vida, quieta, obedeciendo al amo...