Sigo muy cansada, oigan. No mentalmente o emocionalmente: físicamente. Creo que, una de dos: o ya no puedo viajar tanto como lo he hecho últimamente; o necesito acostumbrarme al ritmo de estos viajes y ya está. Pues ya está. Creo que me voy a decidir por lo segundo. No sólo aterricé hace un mes y todavía no siento que he aterrizado, sigo usando la ropa que tengo en las maletas. Qué curioso, cuando escribí desde un rostro inmutable, sentí cómo creció en mi mente un emoticón riéndose hasta las lágrimas. Eso es la vida. Ya no expreso vida desde mi rostro. Tal vez es eso. Todo sucede dentro, como códigos para formar stickers que no llegan a la superficie, sino que buscan un botón para transmitir con los dedos. Hace tanto que no te veo, que cuando nos volvamos a encontrar, tal vez ya no sepa cómo relacionarme sin una computadora de por medio. Qué tiempos. Tiempos de verdadero cansancio, supongo, pero al mismo tiempo, tiempos de mucha creación. Vivir anclada a un ordenador me permite conec...