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Mostrando entradas de octubre, 2025
 Regresé a casa para darme cuenta de que mis vecinas esperaban en el vestíbulo del edificio. ‘No vean Frankenstain’ les dije en cuanto entré. Se había ido la luz por más de una hora y justo volvió cuando yo regresaba. Los elevadores no funcionan. En la puerta estaban Gaby, una vecina nueva y Rufina: en bata, rubia, alta, rusa. ‘Bajé a abrirles las escaleras’ me dijo, la puerta se cerró detrás de ella y el sensor no funciona, así supe que lo que estábamos haciendo no era simplemente conversar, sino esperar a Aaron para que abriera otra vez. Qué hermosa es la vida simple. 
Vine a dejarles este enlace:  Sobremigrar   antes de correr. Bueno, es un decir. Es un estar, mal parafraseando a Milán. Porque aunque me retiré del mundillo literario no dejo de escribir. Dejo de ser, eso sí esa “figura” y dejar de ser, ustedes saben, me alivia. Es lo importante. He estado ideando las formas de estar en lugar de ser. Así que en ese idear continúo. Sin estructuras. Sin parafernalia para la construcción. Sin construcción. Creo. Creo en que estoy. Es decir, la presencia y no la figura. En fin, ahora si corro. Lol. 
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 Hay muchas maneras de contar esto que cuento. Todas lo hemos vivido y cualquiera puede contarlo. ¿Se dan cuenta? Yo vengo aquí hace veinte años, intento decirlo, siempre. Cuando comencé tenía diferentes páginas con diferentes personajes que contaban esto que cuento de maneras distintas, desde diferentes culturas y entornos. Me excedía en sus complejidades. No todo tiene explicación. Me perdía en intentar entender todo acerca de ellas, en esas páginas distintas y de hundirme en las particularidades que las sostenían. Coincidían en algo, se encontraban en un camino, como quien vive en el mismo barrio y se encuentra sin ser consciente en ciertas esquinas durante algún trayecto, una especie de sordidez o de miseria, que se yo. Inexplicable. Y ahí estaba yo, dandole vueltas a esos transcursos, de esas mujeres sin solución, enfrascadas en vidas miserables o sórdidas o ridículas. Algún día iré a asomarme a esas páginas, que continúan flotando en esto sin nadie que las alimente. Pero ahor...
¿Cómo descansar? Me he pasado estas dos semanas trabajando doble turno en el museo. Hoy sólo voy en la tarde. Hay momentos en que la vida nos parece injusta sólo porque duelen los pies o la espalda, o las manos. La injusticia de la vida se mide en otros tramos de la existencia, supongo. Pero qué le vamos a hacer si, muchas veces, no tenemos idea de lo que es experimentar una vida justa. ¿Lo han pensado? ¿Cómo quienes conocemos únicamente la injusticia podemos tener idea de lo que es una vida justa? No significa permanecer en el rol de víctima (como enseñan los sistemas académicos a los privilegiados a minimizar el dolor sobre la productividad: n’te’agas la victima), es mucho más simple y real que eso: tomar una cara, la verdadera, como nos enseñaron cantando en el Cálmecac. Como desear el helado de frambuesa cuando lo único que hemos probado es un colorido, orgánico y exótico sorbete de piña que preparaba en Loma Bonita mi tío abuelo (y que ningún billionario podrá probar porque hay qu...