Regresé a casa para darme cuenta de que mis vecinas esperaban en el vestíbulo del edificio. ‘No vean Frankenstain’ les dije en cuanto entré. Se había ido la luz por más de una hora y justo volvió cuando yo regresaba. Los elevadores no funcionan. En la puerta estaban Gaby, una vecina nueva y Rufina: en bata, rubia, alta, rusa. ‘Bajé a abrirles las escaleras’ me dijo, la puerta se cerró detrás de ella y el sensor no funciona, así supe que lo que estábamos haciendo no era simplemente conversar, sino esperar a Aaron para que abriera otra vez. Qué hermosa es la vida simple.