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Mostrando entradas de septiembre, 2025
 Otra vez el tiempo, o los tiempos. Esa pregunta a la que asignamos una palabra pero en realidad no es más que una forma de perplejidad. Se notan mis influencias. No me interesa esconderlas. A quién le interesa creer que su escritura ha nacido de ninguna parte. Me refiero a las influencias porque hay términos como “perplejidad” que me parece que definen muy bien lo que percibo pero que escuché por primera vez de Fernand Deligny (anden, vayan, que las maestrías de Creación Literaria no enseñan esto… y por ponerlos a estudiar a Deleuze les cobran miles -de lamidas o de dinero- es lo mismo (y no, porque si naces heredero pues… en fin, a esto no venía, lol). Venía a platicar conmigo, como siempre, es un alivio dejar de sentir que una es escritora. No es un saber, es un sentir. Saber o no saber ya no es algo que me preocupa. Una vez, una amiga me dijo -por teléfono; no sé si un día olvidaré esa plática por teléfono, me partió el corazón- que yo usaba estas cosas como una estrategia para...
 Otra vez me falta tiempo. Me falta corazón. Me falta vida. Me falta vista. Me falta familia. Me falta compañía. Me falta un lugar. Es un decir, no se preocupen. Solo así me siento esta mañana. Estuve a punto de cancelar mis citas. Mi horario. Mi forma de sobrevida. Mis momentos. Fue sólo un pensamiento. En realidad me sobra corazón. Mi corazón es tan amplio que cabe un pueblo entero. Un pueblo Wixárika o Zapoteco, o toda Guatemala completa. Mi corazón es tan amplio que cabe América del Sur y del Norte, y Nicaragua. En realidad mi pensamiento y mi corazón, nuestro pensamiento y nuestro corazón son un espacio infinitos. Es este cuerpo, este cuerpo. Los cuerpos. Este cuerpo. Al que le da por reducirse. Es el estómago, por ejemplo, que se cimbra cuando ve un cielo reventado. Es el costillar que ya no abarca el éxodo que lo atraviesa constantemente con la marcha eterna de cientos, de millones. Es un decir. 
 Voy contra el tiempo, pero el café me pide venir aquí aunque sea un segundo. Mi soliloquio, mi lugar muy querido. No es verdad, no voy contra el tiempo. Qué es eso. Sólo tengo que dejar casa y a este animalito en un par de minutos. Voy a otro mundo, al social. ¿Yo dejo de ser social cuando estoy aquí, aparentemente sola, desvinculada de los otros? ¿Puedo en realidad desvincularme? Mis preguntas son muy tontas últimamente, se debe a que el teléfono piensa demasiado por mí, ósea: en mi lugar. Hablando de vínculos, ese pequeño bicho que llamamos teléfono es realmente un monstruo. En cambio aquí, no hay tiempo. Puedo pasarme horas sin resolver algo como si el tiempo no existiera. Extraño un poco eso: actuar como si el tiempo no existiera. Agendar mis horarios, abrir mi puerta sólo cuando estoy estoy lista. Saludar con un beso y un abrazo antes de conversar o meditar juntas. Las prisas me lo impiden. Ayer tuve que terminar una llamada telefónica porque ya no había tiempo para seguir. ¿...