Una perdona. Una está en paz. No sé qué sucede primero. Tampoco es necesario perdonar, me parece. Pero en el momento más inesperado una descubre que ha perdonado. Que puede estar ahí sentada en la misma mesa e incluso tratar a esa persona como si fuera otra. Una otra compasiva, quizá, buena, amable. Una ha adquirido el valor pare ver la verdad (la verdad linda y la verdad no tan linda -así como es la vida pues-) en todo. Quizá en la vida de alguien yo soy esa parte no tan linda. Ayer, pude abrazar a un amigo y esperar a que cerrara su café mientras compartía una mesa en la banqueta con quien me había parecido nefasto durante décadas. De repente compartí el espacio sin sentir más que amabilidad. Tal vez el perdón es eso.
Una limpia la psique del odio velado, del veneno que se levanta con cualquier pretexto o de esa oscuridad que si no la cuidamos, crece como maleza. No sé. Paz, esa paz es la que merece este mundo.