Esto es increíble. Juro que ayer cerré sesión aquí y me fui a dormir dejando el aparato cargando batería. Esta mañana lo encuentro abierto, con sesión iniciada. Este descanso no estaba planeado. Tampoco todo lo que he sentido como pérdida de salud en este proceso. Perdoné, sí. Sin embargo, estuve durmiendo junto al volcán y trabajando para poder inscribirme a la universidad a larga distancia dentro de una congelador. Literal. Un congelador. Dos días de congelador bastaron para pescar, una vez más, un resfriado que mi mamá diría: marca diablo. Ahora me voy de librerías. Para nosotras las pobres es como decir me voy de shopping. Aunque en realidad no compraré muchos libros. Los que busco últimamente no están en las librerías, en realidad salgo a comprar regalos pa mi amor. Buscaré el nuevo libro de Carla Faesler y el libro con el que Mónica Nepote ganó el Premio Javier Villaurrutia. Ustedes saben que los premios en México durante mucho tiempo sólo retratan los círculos de influencias en un autor se mueve. Pero que Mónica Nepote lo reciba me parece una adición extraordinaria y hermosa a esa colección. Mónica no necesita ser “ganadora” de algo, pero creo que lo maravilloso de este premio en especial es que su libro podrá ser leído por muchas niñas y jóvenes en el país. Eso no tiene precio. Ese es la mejor recompensa para quienes tendrán acceso a esos espacios que Mónica construye. Ojalá lo consiga. Ojalá también ese libro, como todos los de Mónica, sean traducidos pronto. Aunque lo que yo opino no importa en lo absoluto, ja. Yo, literalmente, soy la anti influencia sobre cualquier cosa. Pero quiero ese libro!!! (y también el de Carla). No es por presumir pero ya tengo el nuevo de Tatiana Lipkes jejejé y de ese les contaré en un post aparte, queridos amigos imaginarios. Chau-amén.