He aprendido (muy lentamente) a no contar mis planes. Me encanta compartirlos. Compartir mis planes me hace sentir que me rodeo de personas en las que puedo confiar, con las que realmente estoy compartiendo. En algunos países de centro América así se dice “estamos compartiendo” es una forma de referirse a la amistad que me parece tan dulce. Así que hoy entré aquí porque quería compartirles mis planes, ja. Como si hubiera alguien ahí, o aquí -como quieran llamarlo-. Pero me detuve, ya les iba a contar detalladamente y me detuve… hace meses que construyo esos planes en mi cabeza y hoy me impulsaba una necesidad. Uno, a veces, utiliza a los amigos para olvidar un poco lo tediosas que puede ser la vida. Entonces, no es que en realidad quisiera contarles, en realidad quiero evadir el tedio de la materia que estudio en este momento a contra reloj: la historia de Estados Unidos. La palabra tediosa es sólo un decir que describe muy poco de lo que la historia de Estados Unidos me provoca. Tampoco mi profesor ayuda mucho, así nos toca a los pobres estudiar. Mi profesor no es historiador, sino ministro cristiano y claro: tr*mp*sta. Así que en su misa, intencionalmente olvidó pasajes de esta biblia que nos enseña y existe sólo en su cabecita racista, como -por ejemplo- que Jane Addams fue Premio Nobel de la Paz, fundadora de lo que hoy se conoce como movimiento progresista en Estados Unidos y además inconvenientemente -para los cristianos- lesbiana. El pasaje completo sobre el movimiento feminista no existe en el mapa de cristo, tampoco las reuniones y razones que fundaron el Kuk*xKl*n. Pero bueno, que un ministro cristiano suprem*sist* tenga su planta asegurada en un colegio comunitario y yo me pueda dar el gusto de detectar las trampas en sus sermones no es lo que me aflige: ustedes saben que hace mucho la educación publica no consiste más que en llenar requisitos, lo de aprender sucede en otra parte. Lo que comenzó no a volverse tedioso, digo tedioso por decir algo, no me atrevo a decir lo que me provoca en estos tiempos de persecución y censura la verdadera historia de este país. Ahora entiendo más a esos amigos de los que aprendí -lentamente- a no contar mis planes. Mis amigos nacidos aquí, que ya conocían el corolario a la Doctrina de Monroe que se estableció en pleno progresismo vibrante porque imperio. En fin. La verdad de la historia del mundo quizá me parecería vil y sospechosa. Afortunadamente tengo otros datos. Y me voy a esos, a visitarlos, a acurrucarme ahí, en esa sabiduría que no anda en cuatro patas, sino en una resonancia y en una tecnología tan naturales que imperios van e imperios vienen y mantiene en pie la pregunta equilibrada y hermosa: qué es lo eterno.