Comenzando el año y me encuentro en el dilema de seleccionar un día a la semana para trabajar en mi libro: ¡Un día a la semana! ¿Imaginan cuándo voy a terminar? En fin, seleccionar un día a la semana para trabajar en el libro que llevo años escribiendo es un lujo comparado con otras decisiones que tengo que tomar últimamente. Qué rico poder tener un espacio aquí para hacer como que me quejo. Hoy mi día fue fatal, caray. Fatal-fatal. Apuesto que quienes se comunicaron virtualmente conmigo no se dieron cuenta. Llevo varios días en los que no me siento tan bien físicamente y obviamente eso afecta mi ánimo. Qué curioso es el cuerpo, como que exige espacio a solas para revolcarse en su dolor, como un bebé: hará lo necesario para conseguir lo que necesita porque en su mundo sólo él es importante. Yo sé que hay otras cosas importantes entonces, mientras intento estar presente en esas cosas, mi cuerpo me exige, me fastidia. Hasta que logramos (mi cuerpo y yo) salir de donde haya que salir para tener tiempo de revolcarnos. Me consuelan algunas cosas: que veré esta semana (si mi cuerpo lo permite) la nueva de Almodóvar. Almodóvar me encanta: esa manera de crear transcursos abstractos que se concretan y se abstraen nuevamente, ese ritmo. Uy, aveces creo que pongo demasiadas expectativas en él y mis expectativas terminarán pesándole, no porque mis expectativas sean importantes sino porque esas expectativas se unen a otros millones de expectativas con derecho a opinar sólo por pagar una entrada. Como si uno supiera algo, ja. A duras penas sabe uno de sus propios ritmos y silencios en lo propio y, a fin de cuentas (como dice el sabio cliché) uno se ve a sí mismo en lo que cree que descubre en otros. Me encantan los clichés, en el mundo de los privilegiados causan un susto, causan un: ¡pero cómo se atreve! Mientras agitan sus abanicos neovictorianos. Qué afán de limitar o controlar a los otros para sentir que valen algo, algo por encima de los demás. Les molesta tanto sentirse cuerpos comunes, mentes como cualquiera, mortales dolorosos. No sé. Prefiero leer a Focault, le comentaba a Fernando el otro día. Los otros días cuando menciono a Fernando si son ayer. Los otros días cuando menciono a otros amigos pueden ser cinco años. Me emociona poder estudiar de nuevo La voluntad de saber.
Tal vez mi malestar físico se acentúa por la cantidad de estimulación que existe allá afuera. Tantos discursos al mismo tiempo en una cafetería, por ejemplo. El silencio y la quietud son algo hermoso, imagino. Si estoy en el lugar correcto puedo crearlos para mí. Aunque a veces no hay manera de escapar. Uno está al mismo tiempo frente a los amigos, frente al propio dolor, frente un cajero que sólo acepta efectivo, frente a las grasas saturadas y los lácteos, frente al dinosaurio que persigue a los reyes magos rumbo al nacimiento de Jesús; uno está ahí haciéndose preguntas. Jesús ¿Cómo es que da perfectamente el timing para que Jesús arruine pueblos enteros, queme a sus opositoras, torture y empale a quienes lo contradicen? Además ya Cristo no es uno sólo. Sino que parece que está Jeova, que es aún más severo, o Jave que da carta abierta para que los hombres tomen por esposas a doscientas niñas si les apetece, siempre y cuando sean rubias… porque todo lo que no es rubio es demoniaco. En fin. Conocí incluso un Cristo infiltrado en una secta haciéndose pasar por budista, ja! Un Cristo al que le era imposible creer en sí mismo, un narcisista con tanta necesidad de sentirse Dios que cuando Cristo no alcanzaba entonces era Brahma, Vishnu o Shiva. Si le hacía falta también podía ser Krishna para humillar y, de ser necesario, encarnaba al mismo Buda o a Melkitzedek; en caso de no lograr veneración se convertía en el demonio más demonio pero en realidad era menos que nadie, un asqueroso violador enfermo, rencoroso, inseguro (como todos los violadores). Total, lo que sea, pero siempre en el pito de la pirámide.