Hace algunos años platiqué en la universidad de Arizona con estudiantes de maestría en creación literaria. Los estudiantes tenían preguntas sobre Estilo, un libro que publiqué en 2011 en la editorial Manosanta, de Guadalajara y en 2015 en la maravillosa y extinta Kenning Editions. Les interesaba saber cómo lo había escrito, cómo se me había “ocurrido”. Los sistemas en que las universidades abordan la creación literaria son un enigma para mí. No creo en esas cosas. Conozco sí, las dinámicas de poder que se mueven en esas estructuras institucionales. He sido invitada a la mayoría de universidades que conozco en Estados Unidos. Concentraciones de poder, intercambios de poder. No me gustan esos intercambios. Construyen pura ilusión, aunque la ventaja ha sido que mi trabajo se lea un poquito más. Han funcionado bien como distribuidoras de mis libros, creo.
En la universidad de Arizona fue distinto, no me representaba una persona que tuviera influencia sobre otra que nos invitaba como un intercambio de poder. Me invitaron gracias a una escritora que conocí en Palestina, nos habíamos presentamos juntas en la Universidad de AlQuds. En fin, a lo que iba (siempre me distraigo) a los estudiantes en la universidad de Arizona les sorprendía el tiempo que había dedicado para escribir Estilo (es un libro breve), y cómo se fue gestando el proceso de escritura. Lo que más les sorprendía era el tiempo que había dedicado a escribir: ¡Escribía todo el tiempo! Pues sí, escribir no pesa. Si quieres ser escritora escribir todo el tiempo es lo normal. Escribir no es una carga: escribir es un alivio. Lo que sucede en las “carreras” de creación literaria es que llega un punto en que escribir se vuelve un peso, un compromiso, la materia principal a cumplir en un lapso determinado. Ese es el caso de las estudiantes, ya no hablo del caso de la política que deben manipular las maestras o las directoras. En otros tiempos, desacreditaría todo este sistema por dos razones: porque nadie se vuelve escritor con un título de maestría o doctorado en creación literaria y porque es absurdo que el universo de cualquier arte sea sometido a los límites institucionales bueno, y tercera razón: ¿a quién le entregas el poder de decidir si lo que que haces es o no es literatura? Pero en estos tiempos creo que esos claustros institucionales por lo menos permiten que alguien se capacite para administrar el poder institucional de cierta manera mientras se acerca al arte de su preferencia, que ya es ganancia. Actualmente no dudo que ciertas escritoras sean capaces de irle dando la vuelta a este sistema, en lugar de alimentarlo. Allá afuera existen escritoras geniales, jóvenes, con todo el talento y la fuerza, que saben administrar sus el tiempos (eso, tan intangible o tan inexistente) a su favor. Ayer platicaba con un amigo acerca de la escritura como una “carrera”. No puedo asegurar que me contradiga más adelante (vivo tiempos difíciles) pero la escritura como una carrera no es algo que me interese. Mis procesos no se adecuan a los tiempos de la academia. Me interesaría ser millonaria y dedicarme sólo a hacer arte mientras mi dinero se encarga del resto. Pero eso, por supuesto, no se va a poder. No muevo un sólo dedo para conseguirlo. Me gusta ser nadie. Prefiero ser nadie, a pagar el precio por hacer del arte una carrera.