Tengo muchos motivos para celebrar. Por ejemplo, que mis ideas son claras. Tan claras que sé que no me pertenecen. Debería celebrar que cuando mi pensamiento comprende puedo desarrollar por escrito un texto completo para que otros lo comprendan también. Generalmente por el estilo lírico programado en mi psique a través de la práctica al intentar desarrollar lo que comprendo, creo textos que algunos definirían como "hermosos", por este lirismo inserto en mí como un segundo lenguaje, que me ocupa al momento de escribir "en serio". Debería celebrarlo, lo sé. Y lo celebro, sí. Pero este lenguaje que me ha ido ocupando a través de la práctica también lo observo como un límite. Un límite peligroso. Bastaría sólo con quedarme ahí para detener el movimiento y que ese lenguaje sea un mero sistema sin vida. Entonces comienzo a ver este lirismo como una imposibilidad. Y me desespero. A nadie le importa si escribo o no otro libro. El mundo no está esperando libros. No intento decir aquí que estoy hablando de algo importante. Sólo vengo a este lugar donde mi lirismo desaparece porque jamás pienso, cuando vengo aquí, que estoy escribiendo un libro. Solo estoy escribiendo, como siempre lo he hecho: para no enfermar. El asunto es que tengo para celebrar muchas cosas, ya no sé si cumplí cincuenta y uno, o cincuenta y dos años... o cincuenta. No me importa. Me siento bien, quizá mejor que nunca. Pero tal vez he comprendido que la vida no es sólo un placer constante, sino que la vida es un infinito de experiencias. Recuerdo, pero no vivo de mis recuerdos. Me parece extraño que alguien se quede en una época, como si estuviera adherido. Como si su vida hubiera quedado ahí: escucha la misma música, le gusta el mismo arte, pertenece a los mismos movimientos culturales (o contraculturales). No puedo ser así, aunque debo admitir que conozco muy poco de K Pop, tengo amigas compositoras mucho más jóvenes que yo que me maravillan con sus propuestas cuando comparten lo que escuchan; y amigos artistas que están creando y apreciando formas del arte maravillosas y vivas. No sé. Hablaba de que tengo razones para celebrar, sí. Lo que no tengo es motivación recientemente. No me alcanza el tiempo para escribir. Como dije, no creo que el mundo esté esperando mis libros, pero escribir para mí es una necesidad. Hace años que tengo un proyecto en proceso y cada vez resuena más fuerte dentro de mi pensamiento. Lo que sucede, sencillamente, es que no hay espacio para mi libro dentro de las circunstancias de mi vida. Entonces comienza la añoranza del libro. Y esa añoranza es lo que me impide celebrar todas las otras cosas. Antes saciaba esa añoranza viniendo aquí porque siempre pensé que no me leía nadie. Ahora, veinte años después, me siento incapaz de expresar lo que necesito expresar en este formato. Pero si supieran. Si alguien supiera. Es como tener dos fuerzas tirando a cada lado, una hacia la vida inmensa y otra constantemente hacia la muerte. Pues ¿eso es este mundo a fin de cuentas?
No queda más que la poesía:
¡Escríbelo!
Soy árabe
Y mi credencial de identificación es mil quinientos.
Tengo ocho hijos
Y el noveno nacerá después del verano
¿Te da coraje?
¡Escríbelo!
Soy árabe
Empleado con otros compañeros de una mina
Tengo ocho hijos
Les traigo el pan
la ropa y los libros
de las rocas...
No ruego por caridad en tu puerta
No me arrodillo en el vestíbulo de tu despacho
¿Te da coraje?