Voy a ser sincera: estoy cansada. Estoy cansada y mi camino apenas comienza. Ustedes saben que me gusta estudiar ¿verdad? Estoy cursando el diplomado en "memoria y discurso autobiográfico" que imparte El Centro de producción de lecturas, escrituras y memorias (LEM), México, con sede en Puebla. El transcurso por el diplomado, aunque apenas ha comenzado -dura casi un año- es una maravilla. Y, como toda maravilla, activa no sé qué nodos en mí que me empujan a reflexionar. Estudiamos los procesos neuronales: qué sucede y cómo sucede el trabajo neuronal cuando recordamos o almacenamos nuestros recuerdos, en qué parte del cerebro se aloja la memoria y cómo afecta esa red neuronal a todo lo que somos. Somos una máquina encantadora, por cierto. Total que me decidí a tener una licenciatura en psicología creo que para después especializarme en neuropsicología. No me hagan mucho caso, es solo un sueño. En realidad no sé si me especializaré en neuropsicología, o en sociología o educación o -sería lo más fácil y razonable para mí -por la cantidad de publicaciones que tengo, y el camino ya andado en lo que la academia define como "escritura creativa" aunque sea lo que menos me interesa- en español. Es curioso pero, cuando comento a mi alrededor que estoy estudiando, la mayoría de las personas piensa que es porque estoy luchando por una alternativa económica, o sea: preparándome para ganar más dinero. La realidad es que no. Tengo una certificación en algo que aquí en Estados Unidos se conoce como "terapeuta de pares", es una especie de terapia de acompañamiento que surgió de una lucha civil en favor de los pacientes diagnosticados con trastornos mentales para tener el derecho a decidir el tratamiento que quieren tomar. Así que mi trabajo, en ese sentido, es acompañar a la persona (en este país le llaman "cliente") para que tome las mejores decisiones en cuanto a su diagnóstico. Pero también he estudiado para terapeuta en otras áreas y me he certificado para manejar toda una variedad de alternativas para tratar problemas de salud mental desde la escritura, la reflexión, la organización de grupos de apoyo, el arte y la meditación. Hace tiempo que soy mi propia jefa. Y estoy bien. Es decir, lo que me motiva es más la curiosidad y no una lucha por salir de la pobreza. Hace tiempo que llegué a la conclusión de que, aunque gane la cantidad de dinero que gane, nunca dejaré de ser pobre, acaso me he liberado de la vergüenza de serlo, la pobreza no sólo es una condición, es una marca, no importa cuanta riqueza podamos manejar. 


A veces creo que me ha hecho bien ser pobre. Debo agradecer que en casa, no importa qué tan pobres fuéramos, casi nunca tomábamos refrescos (gaseosas, sodas) ni comida chatarra. Mi primera pizza la probé en mi cumpleaños número 12.  De niña sentía que algo faltaba en mi vida porque la mayoría de mis amigos acompañaban su comida con un vaso de cocacola y en el recreo todos llevaban dinero y compraban bolsas de "Sabritas" o panes bañados en leche condensada. Aunque fueron años crueles mi madre nos acostumbró, sin piedad, a no tener dinero propio, por lo tanto: nada de Sabritas, cocacola ni leche condensada. Cursé la primaria con mirada de perro abandonado y hambriento. Eso que recuerdo como un momento triste, igual que no tener los juguetes de moda, en realidad me estaba salvando de una sociedad consumista y enferma. Mi madre sabiamente, intercambió una enfermedad por otra, ja! En fin, creo que está llegando la hora que tanto he evadido estudiando aquí y allá. La hora de encarar la marca que puso en mí mi color de piel, mi condición de género y la pobreza, o lo que hay ahí para convertirlo en un edificio, o un bulto, o un papel volando. 
No se si se dieron cuenta pero btw: soy vegana. Gracias por tu saludable crueldad, mamichi!