La escritura ha sido para mí, siempre, un lugar, un refugio, una compañía. En estos tiempos tengo el impuso de venir aquí con la esperanza de encontrar lo que siempre había encontrado durante décadas, entonces abro el template, corro al encuentro y todo está vacío. Hago un repaso rápido para ver de qué se trata: me gusta lo que hago en esta vida, me gusta lo que construyo, estoy en paz con la forma en que he decidido vivir. Y después pienso pero ¿en verdad me gusta lo que hago o lo hago sólo por hacer algo? ¿en verdad me gusta lo que construyo? ¿o lo que me gusta es demostrar que puedo continuar en esto que ya no sé ni cómo se llama? ¿Ven? ¿Ven por qué decir se convierte en un vacío dudoso? En el evento más reciente que organizamos en Mujer Migrante, asistieron más de cuarenta personas (nuestros grupos de apoyo son -por lo general de 15 asistentes, para que se den una idea-, al terminar la reunión todas se despedían de mí con tanto cariño, y todas habían logrado por lo menos por un momento sentir paz y reconciliarse con su situación y con ellas mismas que, ver sus rostros tranquilos, sonrientes, amorosos al despedirse me daba tanto gusto. No por eso dejaba de contemplar esa felicidad como algo muy lejano a mí, como si fuera una espía de la felicidad de las otras. No me malentiendan, por. favor, amo lo que hago y lo he hecho por más de veinte años, de diferentes formas, vinculándome con diferentes personas. Es sólo que no sé dónde estoy. No entiendo en qué momento me perdí. Quizá eso sea bueno. Estar perdida. Aunque la sensación no es de estar perdida sino esa sensación de yo estoy aquí pero incompleta. Hay una parte de mí que amo encontrar, con la que me encanta estar y reunirme, una parte de mí que aparece cuando escribo, cuando me siento amada, cuando algo me sacude de curiosidad o me fascina, una parte de mí que no sé si se ha ido permanentemente (¿acaso algo es permanente?), pero que por el momento no encuentro, no sé dónde quedó. Me he ido moldeando a situaciones distintas, a ciertas circunstancias a las que nunca pensé que me amoldaría, en las que nunca creí que iba a encajar. Y no es que no me guste quién soy, sino que siento que me falto. Como que me estoy yendo de mí poco a poco pero ¿a dónde?
Em fin. No sé cómo explicarlo. Mientras, pueden ver mi derrumbe en el Museo del Chopo. CDMX: