Esta mañana decidí no involucrarme en cuestiones domésticas y venir aquí. Las cuestiones domésticas me hipnotizan, cuando comienzo a enjuagar los platos entro en una especie de luz que me aísla de todo. No sé si será mi tendencia a la santidad o mi tendencia a la fantasía. La verdad es que desde hace meses un resentimiento incierto me ronda y no consigo calmarlo más que leyendo a Yoko Ogawa, distrayendo mi mente con exceso de trabajo o cocinando como una forma de meditación. Esta mañana esa especie de enojo, de insatisfacción me visitó antes de despertar. Lo acostumbrado sería levantarme, convencerme de que esto es pasajero y comenzar las actividades que me sumergen en esa especie de luz pacífica. Es una buena técnica. Pero hoy tengo tiempo, el barrio es silencioso hoy, así que abandoné la montaña de trastes que utilicé ayer en el fregadero de la cocina, molí café, activé la cafetera y regresé a escribir para enfrentarme con este odio, esta rabia. Es una rabia huérfana, por lo tanto más rabia. Los pormenores de lo que la ocasiona no los puedo contar. No serviría de nada. Así que se ha ido acumulando, día tras día. Aunque la tengo bastante controlada. Me escapo a mi paraje de luz cuando cocino, cuando limpio la casa. Es la primera vez que siento esto. La total sinrazón de comunicar lo que me sucede, por asumir que no hay salida. No sé si tendrán que ver todos esos amigos muertos estos años, o sólo es un pretexto que mi rabia utiliza para justificar su estadía. No sé. Seguramente esta rabia, como todo, también es pasajera. Porque en realidad esta rabia no tiene sentido, me digo, como tantas cosas en el mundo. Pero tiene que ver con algo que me sucede a mí, a mí, personalmente, y eso vuelve este resentimiento callado. No tiene sentido hablar de mí. No tiene sentido expresar que soy yo quien me causa esta rabia. Después pienso que tengo cuarenta y nueve años y le atribuyo esta rabia a la maravilla de mi cuerpo, a las operaciones, a los médicos. Me estoy engañando. La realidad es que en el centro de todo lo que vivo me siento sola. ¿Ven por qué no digo nada? Yo sé que no estoy sola, pero me siento sola. Siento mi vida ajustándose a dinámicas que no sé al rededor de quién o de qué están girando. Estoy cansada. El café es delicioso.