Estoy escribiendo un nuevo libro. Okay, no estoy diciendo nada nuevo: siempre estoy escribiendo un nuevo libro. Me gusta pensar que soy libre. Me gusta pensar que decido lo que pienso y decido el rumbo de mi escritura. Pero en realidad son las circunstancias las que me van dictando. Tengo 48 años, dos dedos pulgares que desde hace meses se niegan a funcionar y moverlos se traduce a un dolor nefasto. Nunca fue mi intención permanecer joven. Al contrario. A veces he llegado a pensar que algunas personas se comunican conmigo imaginando que tengo treinta años y estoy dispuesta a volar veinte horas y aterrizar para una presentación sin que el Jet Lag me haga pío. Me veo obligada a defender mi vejez. Pero a eso no iba. Iba a que para escribir leo varios estudios, uno de ellos sobre la historia de la violación en Europa. Otro más sobre los mecanismos psicológicos que permitieron que el genocidio nazi se gestara, otro que muestra estadísticas de todos los países en Europa que contribuyeron al exterminio del pueblo judío y transcripciones de los juicios de Nuremberg, y uno más sobre los orígenes de este culto a la guerra que pareciera no tener fin... como si los seres humanos nos alimentáramos de sangre... Obviamente estudiar estos temas me afecta: pasan cosas por mi cuerpo, comienzo a ver con desconfianza a cualquier persona blanca y por momentos me sumerjo en el más absoluto pesimismo. Ese pesimismo egoísta que promueve la autoconmiseración y el llanto porque: no tengo salida! jajaja. Bueno, perdón, son mis momentos egocéntricos. Después pienso que en mi departamento me despierta la entrada de luz natural, me levanto y preparo un café con calma y vengo aquí para compartir el servicio de internet desde un iphone pequeñito y rosa y me sorprende lo ridícula que puedo resultar con mis demandas de certeza en un mundo en que el amazonas se incendia, el petróleo cuaja los mares, los animales son sometidos a las más crueles torturas en nombre del consumo y millones de niños están siendo borrados del mapa porque el orden global necesita sus tierras y pienso: está bien, está bien que mis libros no tengan repercusión alguna, que los editores no me entiendan y que nunca conozca lo que es una pensión de retiro. Hay otras formas. Investigo la historia del genocidio más famoso del mundo para entender por qué continuamos permitiendo que los grandes poderes borren poblaciones enteras del mapa. Hay genocidios más grandes, lo sé, que llevan siglos: como la matanza (o encarcelamiento) sistemática de los pueblos indígenas que no deja de suceder en toda América. Como los millones de personas asesinadas y desaparecidas en centro américa y México: ¿por qué lo permitimos? Hay en nuestras sociedades algo más que los distractores de consumo y el neoesclavismo al que vivimos sometidos de manera cotidiana. Sociedades patriarcales que tienen los mismos pilares en común: competencia, exclusión, jerarquía, confrontación. Esos son los cimientos de todas las sociedades en el mundo entero. Si percibimos desde cualquier nivel jerárquico siempre hay alguien más importante que yo pero siempre hay alguien menos importante que yo: si lo matan no importa... porque no piensa como yo (exclusión). porque yo soy mejor (competencia), porque yo tengo la razón (confrontación).


Free Palestine!


Como alguien que trabajó durante 25 años en los medios de comunicación, antes de que esta red tomara la ventaja, sé que la mayoría de la información que recibimos está negociada con los sistemas de poder, o se difunde como evidencia para comenzar alguna negociación. Y me quedaba siempre la pregunta en relación a la información que se maneja en mi país ¿estaré haciendo una afirmación muy radical? Estos días me ha quedado clarísimo que no, al escuchar la manera en que narran el despojo que por años ha sufrido el pueblo palestino y que ahora está desembocando en una masacre. Es una decepción indescriptible comprobar que los comunicadores jóvenes, frescos y alegres repiten una información que justifica un genocidio. Y la repiten tan fácil como decir "buenos días". ¿No se darán cuenta de su responsabilidad? ¿No imaginarán que quizá en algún momento en la historia se den otros juicios de Nuremberg por matanzas como esta?  Y van a responder con la misma respuesta estúpida con la que respondieron los militares nazis llevados a juicio: sólo cumplía las órdenes. El "solo cumplía las órdenes" significa: sólo quería mi éxito televisivo, sólo quería escalar socialmente acumulando capital, sólo me adapto a lo que ordene la corporación. No hay responsabilidad: pura obediencia. En estos tiempos los genocidios no están ocultos, suceden frente a nuestros ojos: tanto el pueblo palestino, como los indígenas de América que intentan proteger la selva o los bosques. Y no somos capaces de ser responsables y actuar en consecuencia. Y decir no. No voy a cumplir esa orden porque promueve la masacre y exterminio de un pueblo. Pensamos sólo en nuestro pequeño reino y cómo afectaría el pago de la mensualidad de mi departamentito en Santa Fe o en Polanco, o cómo afectaría la silla académica en la que me encuentro, o qué voy hacer si "mi éxito" se derrumba. 

Somos unos cobardes.