Instalación de AiWeiwei sobre refugiados. Praga |
Vivimos tiempos peligrosos. No lo digo para asustar. Vivir sin miedo es la mejor manera de vivir. Pero una cosa es vivir sin miedo y otra cosa es la incapacidad de ver lo obvio. Antes solía decir (y cuando digo antes, me refiero a hace 5 años, aproximadamente... osea... no es un antes muy antes) que si no éramos blancos estábamos enfrentando tiempos peligrosos. Ahora creo que también los blancos sin recursos económicos están corriendo el mismo riesgo que todos nosotros, los que no somos blancos. También, como en broma, varias veces he dicho que si Trump se reelige, iré formándome en la línea que lleva hacia los hornos. No todos los exterminios son iguales, no se ofendan. Cuando digo hornos me refiero a otra clase de hornos. Porque ninguna guerra es como la pintan ¿verdad? El intento de exterminio más difundido en el mundo entero ha sido el exterminio del pueblo judío en manos de ya saben quién, es nuestro referente, por lo tanto cuando nos dicen guerra pensamos en esos negros y blancos con que nos han dibujado la realidad desde las pantallas de cine, hasta las de televisión y respiramos con alivio porque cerca nuestro no hemos visto nada semejante: eso sucedía en otras épocas! Las guerras también evolucionan, las formas de exterminar poblaciones enteras también. Bastaría con que pasáramos una sóla noche en Syria para darnos cuenta, porque parece que estamos tan entretenidos tratando de salvarnos de los grupos paramilitares que recorren y acribillan a quien le place en México y en Centroamérica que sólo saliendo de nuestro hábitat, de nuestro idioma, de nuestro continente podríamos identificar que vivimos sumergidos en el mar de sangre y perversión que sólo es fruto de la guerra.
Syria |
Los hornos a los que me refiero son los hornos construidos a base de ciencia y tecnología bélicas. La tecnología suficiente para identificar y para localizar con eficiencia objetivos ultra-específicos, y la biología para exterminar poblaciones enteras en un santiamén, sin necesidad de detener, desvestir, encarcelar, formar, asesinarlos con gases y cremarlos. Los nuevos hornos exterminan a la población en la comodidad de su casa, y la estructura gubernamental en turno es la que se encarga de barrer (o cremar) los restos.
Lo mismo sucede con los brazos armados en Centroamérica: los comandos sólo "aparecen", exterminan y es la estructura gubernamental la que se encarga de "acordonar" la zona, recopilar la evidencia, llevar el cadáver a la morgue y "dar seguimiento". De los países bombardeados ni hablar, creo que ya todos conocen la novela de que "se lo merecen". Pero sí podemos hablar de los guardacostas en los mares de Europa, o cerca de Grecia: que ponen todo su empeño en dejar a la deriva a miles de personas buscando refugio porque Africa es un Infierno, Pakistán es un infierno, India es un infierno donde han comenzado a crear campos de concentración para musulmanes. Los guardacostas del gobierno que corresponda, utilizan toda su sabiduría para enviarlos a los hornos del mar, a los hornos de los ahogados.
Los hornos nunca se acabaron: se transformaron, para instalarse y ser aceptados en todas partes del mundo.