Desde que tengo memoria la escritura ha sido mi refugio. Incluso antes de saber leer y escribir, sólo contemplar el lenguaje escrito en revistas me provocaba inventar lo que la escritura codificaba en realidad. Ahora no estoy tan segura de si es que tengo vocación de escritora. En la juventud era un desafío porque fui muy consciente de los obstáculos que una negrindia y sin dinero enfrenta dentro del mundillo intelectual mexicano. Decidí crear lo propio. Vivo sólo con lo suficiente para vivir porque soy libre pero para los ojos neoliberales no soy libre, sino pobre. Yo en cambio me considero dueña de mi tiempo y de mi territorio. Hablaba del mundo intelectual machista, racista y clasista mexicano, incapaz de abrazar algún tipo de diferencia (en México, desde la creación de instituciones gubernamentales que "apoyan" el pensamiento, el arte y la cultura; el posicionamiento como artista es un clase asquerosa "estatus" social y gubernamental)..  a la diferencia, en México, no se le abraza, se le trata con conmiseración desde las marcadas diferencias raciales y económicas, hasta el reconocimiento y el aplauso a las lenguas originarias para lavarse las manos ante el racismo y el machismo que imperan.  Pero no se preocupen, ya crecida esta cabra, puede diagnosticar desde el extranjero que no se trata de una particularidad de la sociedad mexicana (aunque la sociedad mexicana tiene sus encantos particulares tanto para manejar sus políticas, como para disimular sus genocidios), la situación global es exactamente la misma, salvo que somos marginados, clasificados y conmiserados de acuerdo a las conveniencias, por etnias más grandes... siempre y cuando aceptemos el rol de ser defendidos por la espada justiciera caucásica y realicemos caravanas mostrando nuestra supervivencia exótica como el entretenimiento que investigan los más privilegiados. Hace dos años, visité un festival en Rotterdam, por ejemplo, en el que una escritora afroamericana hermosííísima abría el espectáculo de minorías envuelta en un vestido rojo, iluminada por una luz dorada y vibrando toda su dignidad de minoría vista regularmente con desprecio pero en esta ocasión totalmente dueña del escenario. Terrible. El impacto de nuestra negritud e indignación expuesto como un espectáculo. Es como si el neoliberalismo dijera: okay, vamos a permitir que nos entretengas.
A lo que voy, es que no estoy tan segura que ese mundo sea el mío. No estoy tan segura de que es en esa lucha donde quiero estar. Antes de saber leer y escribir creaba mis propios significados. Tal vez eso no sea ser escritora. La escritura me sirve, sí. Pero me interesan otras cosas, un mundo más grande (no más grande que la literatura, por favor, no me mal entiendan: la literatura es un mundo aparte), sino un mundo que usa el lenguaje escrito como una expresión pero que sus intereses son otros y no el espectáculo, el triunfo, o el escenario. Es como regresar a pensar y a decidir otra vez cuál es el camino que me interesa tomar. Dónde está el reto. Por el momento no sé dónde esté el reto. Un reto conmigo misma. Tampoco significa que no escribiré más porque escribir es parte de lo que soy. Pero hay algo de ese mundo de la escritura: no con el mundo de la escritura en el momento de escribir, pero sí con el mundo de la escritura y sus formas de trasladarse hacia a los otros. Impregnado de comportamientos repulsivos y jerárquicos, impuestos por un montón de instituciones que para mí carecen de valor alguno... o por grupos de rebeldes que trabajan fuera de las instituciones reproduciendo los mismos comportamientos y creando sometimientos peores con las justificación de lo "no-lucrativo" pero que a la vez exigen lealtad de monopolio. No es la escritura en sí, sino esas estructuras y esos mecanismos que nada tienen que ver con la realidad que sostiene la escritura. 
Tal vez eso tenga que ser. Crear el mundo propio, como siempre.