Hoy, definitivamente no quería despertar. Soñé que tú y yo estábamos en una casa de East LA, llena de gente. Y bailábamos. Me gustan las casas de East LA o de Boyle Hights, llenas de chicanos. Estábamos en una cocina, todos apretujados y yo comenzaba a escuchar la música y te sacaba a bailar. Estoy llorando. Qué sueños absurdos. Llorar por una experiencia tan simple. La simplicidad de dos personas que tienen la alegría suficiente para bailar. Teníamos la alegría suficiente. Por eso estoy llorando mientras lo escribo. El 8 de noviembre tuve la alegría suficiente para bailar. Era una alegría a medias, pero suficiente: Lula, el expresidente de Brasil salía de la cárcel para enfrentar su proceso en casa #LulaLivre. La alegría que da el alivio de saber que, por lo menos, no lo van a matar. Soy muy inocente. O la simplicidad en la que me he sumergido para sobrevivir sin extinguirme me ha llevado a un estado bruto, quizá. Me hace feliz bailar, igual que a tanta gente. Ganas de festejar algo bailando ¿es mucho pedirle a la vida? Tampoco soy una Drama Queen, hoy abrí la puerta de mi departamento en la mañana y mi vecina me había dejado el café colocado sobre una mesita, ahí en el pasillo. ¿Ven? cosas simples. No fue como bailar, pero fue como cumplir el sueño de despertar y que el café ya esté servido para mí por ahí, en alguna parte del mundo. Abrí tuiter para ver las noticias y me encontré con una entrevista a Valeria Luiselli en El País, donde dice mi nombre y pienso: ah! me leen! Son circunstancias que ponen en su lugar al corazón.


Quiero mucho a Evo Morales. Así. Cariño. Como el que sientes por un hermano, o por una parte de ti. No es cosa de política. Sino de amor y el amor siempre tiene que ver con la justicia. Sentimientos simples, como bailar. Ayer comenzó la pesadilla del golpe de Estado en Bolivia. Ayer muchos de nosotros comenzamos a asomarnos al espejo para encontrarnos con la cara del Dios que quiere mandar en América Latina, y se va a valer de todos los recursos: el Dios del exterminio. Nuestra vida corre peligro sólo por ser indígenas. Como siempre. El golpe de Estado en Bolivia, para mí, tiene que ver con un golpe al amor. Amo mi raza, amo mis razas y sé que mis razas no me definen. Pero amo y porque amo, soy capaz de percibir la belleza de mi raza y la podredumbre del clasismo-racismo que nos enferma. Esto no se trata de mi. Se trata de tiempos peligrosos que alimentamos, para que engorden y nos devoren. Esto no se trata de mí y de las personas a las que yo amo. No se trata de esa clase de amor o de preferencia. Es otra clase de amor, esa clase de amor en la que el europeo no está educado, el amor simple por todo, para todo y desde todo que ve cada parte de naturaleza como Dios mismo. Un Dios para el que el europeo tampoco está educado y que, por lo tanto, no puede percibir. Se trata de la dimensión en la que el europeo no entra. Hay mucho más en nuestra genética de lo que un europeo puede imaginar, y no es cuestión de fe, es cuestión de sabiduría.
Esa es la fuerza de la cultura indígena, una educación y una ciencia que va más allá de los colegios y de los libros, todo está codificado en nuestra memoria. Mientras que los libros se borran, la memoria genética persiste y por eso, una vez más: no pasarán. No hay nada que sea más grande que ese amor.