Anoche
me sirvieron un platillo 
hecho con papa negra,
me pareció fascinante,
no como las papas grandes, aburridas y rubias
a las que ya me acostumbré en casa
Maha Vajra


Escribo desde el aeropuerto de Tenerife, en las Islas Canarias. Este ha sido un viaje que comenzó realmente en mayo, cuando volé a Rotterdarm para vivir por 2 meses y luego a Alicante. Lo que me ha sucedido no sé cómo describirlo. He sido tan feliz estos meses, pero al mismo tiempo he sufrido tanto estos meses. Soy mucho más consciente del racismo en el mundo, por ejemplo. Creemos que el racismo más crudo está en Estados Unidos? Vive, no vengas de vacaciones, un tiempecito en Europa, o camina por Israel (donde todo lo que no es blanco es Palestino).
No me considero una víctima de las circunstancias. Ha tomado posesión López Obrador. Y yo visito Europa en condiciones mucho más cómodas que muchos de los desplazados de Medio Oriente. Constantemente soy confundida con árabe, marroquí, turca o palestina. No me importa. Más bien me alegra, pero a mucha gente por aquí no le caen bien los inmigrantes. Alguien rompió la puerta de mi departamento en Rotterdam en una zona super exclusiva, sólo para patearme la cara, mientras gritaba Salam Alekum! Un skin head. Obviamente me sentí más segura en el barrio etiope.
Me enamoré de ti. Y ahora tengo el corazón roto. Ahora no quiero regresar. Ahora escribo un libro. Ahora gestiono estancias en París, en Suecia. Ahora no soy feliz. Mientras espero tener el privilegio de documentar mi maleta rumbo a Madrid. Me gusta la gente. Y la gente me está dejando de gustar. No sé cómo explicarlo. No me quiero marchar. No me quiero formar. No quiero no verte. Y, en realidad, hace mucho ya que no te veo.
Me imagino qué pasaría si decido sólo no tomar el avión y quedarme aquí a esperarte. Europa es Europa, tú eres tú y las Islas Canarias te gustan tanto.
Siempre estoy enamorada. Vivo sumergida en un romance ridículo. Por ejemplo. No he dejado de quererte y no es de ti de quien hablo. Es de otro tú que vive en Dinamarka, con otra yo. Todo mundo vive con otra yo. Y yo, no alcanzo a tenerme a mí. Es ridículo. Ridículo. Mientras una amiga nos trasladaba al aeropuerto yo sentía una presión en la frente. En el chakra de la frente. Como una media luna acostadita. Y pensaba en ti. En otro tú, que hace tanto tiempo no veo. Y pensaba en el tú que recién cenó conmigo y cuánto lo hecho de menos ya, ridículamente sosteniendo mi mano. Y pensaba en mí en qué tanto me he abandonado para vivir contigo. De tres meses en tres meses.
Y pienso: bueno, escribo. Es lo que queda. Siempre es lo que queda. Cuando me busco a mi es lo que queda. Escribir. Escribir que estoy llegando tarde. Escribir que no estoy en la fila rápida de los ojos azules. Escribir que en este momento nada grave: relegada a los hornos de esperar. Relegada a los hornos de "así que eres escritora" en las interrogaciones de las autoridades. No me molesta. En verdad. Me alegra. Amo tus ojos. Pero no quiero tener tus ojos. Amo tu sufrimiento fácil, pero no quiero tu sufrimiento fácil. Amo la miel de tu corazón, y la tengo en mi corazón. Es la misma miel.
Pero no es el racismo lo que me trajo aquí, o sí? Sí! Tú pudiste documentar tu maleta, yo no. Qué amor que nos da el mundo tan diferenciado. Qué amor que nos da el mundo cuando piensan que todas somos masajistas. Qué amor que nos da el mundo desde los ojos claros aburridos de sus mujeres claras y grandes. Un amor muy sensual. Me alegra el amor que nos da el mundo. Me alegra el amor que me doy.
Es una sensación rara. Sufro pero, al mismo tiempo, me alegra que no estás. Toda la presión se me ha ido de encima. Aunque no quiero irme de aquí. Aquí, ser una fruta es tan simple.