Uno llega a vivir donde no conoce el idioma. Dan ju wel, si acaso. Uno llega con las emociones en la cabeza. No las emociones de vivir en otra parte del mundo. Las emociones de las emociones vividas antes de partir, por ejemplo. Todas esas preguntas: qué hice ahí, cuál amor, cuál odio, etc. Y , repentinamente, por azares de lo que somos, debo abandonar una de las maletas. También, por azares de lo que somos, mi maleta de mano es confiscada en Londres. Y llego acá, con una sola maletita de mano, a comprar otra vez los libros en los que estoy trabajando porque se quedaron en la primer maleta. A conocer gente. A decir hola, muy bien, feliz con los ajetreos y los cambios pero necesito estar sola. Uno o dos días nada más. Ah, el primer mundo y sus primeras guerras y sus primeros insomnios. El primer mundo y mi corazón roto, pulverizado por la decepción de, como siempre, sentir que me he equivocado con todo el cuerpo. Me he equivocado con todo el organismo. Qué hago yo viviendo en una plataforma virtual, empujando quién sabe qué universos, a quién sabe dónde? 
Qué es esto? en so on.


La verdad es que no tengo mucho que decir salvo que, del otro lado de esta ciudad, al sur se reproducen atmósferas que conozco muy bien. Personas como todos nosotros intentando sobrevivir en sus casitas. Llevando artistas y escritores al barrio y, de este otro lado de la ciudad.... al norte, bueno... personas escapando en la comodidad, igual que en todas partes también, aventándose de espaldas al abismo del arte porque pueden y aman... forzando las marchas y los proyectos cuando, personas como yo, vemos cualquier belleza tan natural que nos parece nada: tenemos un sexto sentido para el lado oscuro del mundo... y así... finalmente es sólo que no entiendo algunas cosas... no entiendo qué haces tan cerca de mí, tan en mí todo el tiempo... en fin... nos vemos pronto....