Hace meses ya que el libro que imagino se está escribiendo en mi pensamiento. Como mis ocupaciones me impiden sumergirme en el túnel y no abrir la puerta durante tres meses, vengo aquí como una manera de engañar al monstruo que se escribe solo. Lo tomo de la mano, hago como que hemos escrito lo que quería, cierro esta ventana de edición y listo. Se sosiega un poco. Entonces tengo que contar cualquier cosa: de mi mañana de pensar, del ruido que hacen los trabajadores del sistema de agua y drenaje mientras perforan la calle justo al frente de casa. Y el rumbo de mi vida. ¿Cuál? ¿Cuál rumbo?