Noviembre ha sido un mes diferente, no sé si para todo el mundo pero para mí lo es. ¿Recuerdan que en abril comenté que me daba miedo dejar el amor? Creo que mi noviembre diferente se debe a que el 2 soñé contigo, con tu cabello rubio. Tú eras puro sol. En el sueño estábamos ahí, en el sol, en una mesa de jardín y yo acariciaba tu cabello. Eras felicidad pura. No es añoranza lo que me provoca estos sueños o estos sentimientos. Son realidades que viven en mí, son momentos presentes. Es vivir en varios tiempos y en varias dimensiones. En lugar de dejar de amar, amo cada día más y, cada día me siento más y más libre. ¡¿Qué es esto?! No sé. Antier soñé que era una niña y que jugaba con mi muñeca favorita. Entonces recordé esa sensación de jugar con mi muñeca, de cargarla delicadamente, una muñeca que se quedó olvidada en un clóset en una de las mil mudanzas familiares, y de chica pasé años imaginando que regresaba a esa casa vieja y la recuperaba (mi hermano Luis y yo, le decíamos a ese clóset "El clóset de nadie" porque estaba en un pasillo y funcionaba como la bodega de todos). Mi muñeca estaba casi nueva. Con cuerpo de trapo y cabeza de plástico. La sensación de estar sumergida en el cuidado de mi muñeca como si se tratara de un recién nacido, me enterneció. Me enternecí de mis sentimientos de otros tiempos, de mi corazón pasado. Contrario a lo que podríamos imaginar yo creo que ese, el tierno, es el corazón viejo; el que ha quedado atrás. El de ahora (el que puede asomarse a aquél otro tiempo a través del sueño) es el corazón nuevo, el más reciente, el que puede observar y disfrutar de la ternura del pasado con detenimiento. Mi corazón es nuevo, porque cada vez que observa el pasado, el pasado vuelve a nacer: distinto, mejor; el corazón nuevo no observa con intenciones de regresar.
Lo que ha pasado este año no es que ya no ame. Amo irremediablemente mi libertad. Sin duda alguna, y por ende, amo la libertad de quienes amo. Sea lo que sea que los haga felices, libres, yo lo amo. Esperen algo de mí o no lo esperen, me busquen o no me busquen, estén o no estén conmigo. Es igual. Ya no tengo el impulso, en las cuestiones del amor, de alcanzar algo. Se trata de una paz que no podría describir de otra manera. No significa que crea que he llegado a algún lado, al contrario, creo que (quizá) esto se trata, precisamente, de algo que no termina nunca.