Escena de Café Muller, de Pina Bausch.


Es la primera vez que entreno físicamente para un performance. Cada vez que entreno estoy pensando. Es una práctica de movimiento nueva para mí, basada en los análisis de movimiento de Rudolph Laban. Pensé que se trataría sólo de eso. De estar preparada físicamente para levantarme del suelo en un segundo usando el impulso de mi brazo derecho y guiando el levantamiento con la pierna del mismo lado. Cosa de entrenar seis meses. Cosa de poner la mente en el cuerpo. Cosa de que la mente se mueva así, se concentre en guiar, en poner intensidad y energía en el esfuerzo. Llevo años practicando cierta clase de arte marcial no combativa, por eso lo de la energía-intención como hilo conductor del esfuerzo no me resultó difícil de entender pero ahora... ahora algo sucede. Platicaba hace unos días con mi amiga Perla de la vida como obsesiva compulsiva, no hacia afuera, sino mentalmente; mis obsesiones nacen y se empeñan en mi pensamiento y he sabido encausarlas; darles lo que yo imagino es un sentido pero que al final de cuentas en una incertidumbre, es puro inconsciente. Leo también The Arachnean, del psicólogo Fernand Deligny, que describe "la red como un modo de ser" la estructura de pensamiento como una red distribuida que "se hace sin hacer". No sé si son todas estas ocupaciones y el hecho de decidir mandar al diablo mi tendonitis y forzar el cuerpo a la repetición de un derrumbe y al impulso de la reconstrucción del cuerpo. Pero hace unas horas tuve una experiencia que me hizo comprender que no estoy jugando (¿o sí?) que combinar el pensamiento con el movimiento del cuerpo puede sumergirme en una de mis mayores obsesiones.Tal vez por eso no lo había hecho antes, porque entré a un estado similar a los estados que visitaba de niña cuando me sumergía en un libro: me fui. Fue así; comencé a entrenar, la caída y la reconstrucción estaban saliendo perfectas, añadí respiración, sonido vocal en la caída; comencé a caer sobre la pista de audio con la grabación de una pieza de copia, para establecer un ritmo; decidí improvisar e intervenir el audio mientras caía repitiendo una palabra por encima de la repetición de la palabra: "obedecer". Comenzó a faltarme el aire, necesitaba tomar agua, terminé el entrenamiento pero durante todo el proceso pensaba cómo lograr el performance cuadro por cuadro: entradas y salidas, un acompañante que leyera los epígrafes, la interrupción visual del acompañante por medio de mi cuerpo en su caída; cómo salir, que intención dirigir: desesperación, aceleración, voz, exterminio, forcejeo. me levanté del piso, tomé agua y me tiré en la cama a darle forma por escrito a todo lo que había pasado por mi mente (alguien tiene que poner orden); no me di cuenta cuando se hizo de noche; pasé horas escribiendo, describiendo, como en trance. Lo que me sacó de la escritura fue percibir que fui modificando el cuadro que comencé crando desde mi perspectiva y lo desplacé a la repetición exacta de una escena de Cafe Muller de Pina Bausch (mi escena favorita, claro). Cuando me di cuenta de eso rápidamente encerré ese cuadro en un círculo y lo crucé en señal de "prohibido" luego escribí "No", después abrí signos de admiración escribí ¡No! ¡No! ¡No! otra vez, totalmente sumergida en la escritura y totalmente frustrada. ¡Estaba gritando sin gritar! Eso me hizo alejar el cuaderno y contemplar con cierto horror lo que había escrito. "Vivo por escrito" pensé. Me di cuenta que ya era de noche, que me dolía un poco la cintura por el entrenamiento, que no sabía cuántas horas había pasado en la cama, escribiendo y entonces creo, comencé a comprender: el movimiento lo creé junto a Cadence (profesora de danza que conocí en Geneva, hace unas semanas) usando el análisis de Rudolph Laban. Me sorprendió que cuando dábamos orden a lo que yo quería montar, Cadence me dijo: "Es que todas las partes del análisis las tienes, sólo falta entrenar para que vayas añadiendo la energía a la última parte: el esfuerzo". El esfuerzo de hoy me ubicó completamente en la mente que usaba cuando era una niña: completamente sumergida en mis pensamientos, absolutamente abstraída de afuera: leyendo, pensando, imaginando... pero sobre todo visitando los estados de ser que leía, yendo hacia el espacio de la escritura... haber visitado mi mente "primordial" por llamarlo de alguna manera, fue una experiencia de concentración tan profunda que cuando intenté salir no podía: mandé una foto por telegram del ¡No! ¡No! ¡No! con la intención de empezar a comunicarme con el exterior: ¡no podía hablar! mi pensamiento no abandonaba el espacio de la escritura. 
Mover el cuerpo es mágico. Logré visitar un estado de mi mente, un poder de concentración que consideraba perdido en mi infancia pero no ¡estaba en alguna parte de mi cuerpo! y aunque haya sentido que me fui no me fui: regresé, traje una parte de mí de la que me había separado por miedo a "soltar amarras" diría Juan Manuel. Una parte primordial de mi poder de concentración, abstracción e imaginación. Continúo perpleja.