Es lindo regresar a casa. Volver a casa es volver a ciertos hábitos. A las pláticas matutinas con mis plantas, a la observación exhaustiva de las abejas en la enredadera o las arañas construyendo su red detrás de la ventana, al peso del silencio en esta hora; no es cualquier silencio, es un silencio que comunica muchas cosas desde un mundo que no se ve.
Regresé cansada. No porque mi viaje no fuera en sí un descanso, sino porque la vida me otorga ciertos privilegios y, ultimamente mis deseos se cumplen (no todos pero, por lo menos, algunos que me enriquecen profundamente la creatividad). ¡Esto es volver a casa! ahora tengo el impulso de soltar lo que escribo para prepararme un café ¡he vuelto a mí! ¿No es lindo? Cuando uno viaja, es como salir de uno mismo para formar parte de otros ¿no?, para construir lazos que se levantan rápido, arden y nos devoran y los devoramos precipitadamente porque: tenemos que irnos ¿no es cierto? y tal vez "nunca nos volveremos a ver" decía Fernando, un profesor peruano que conocí en Geneva. Qué extrañas formas tenemos de entender esta realidad. Fernando se sorprendía de que yo tuviera los mismos amigos desde hace más de 20 años, por ejemplo. No sé, los lazos son así. Pero cuando uno está en casa los lazos se construyen de diferente forma. Sin prisa, con armonía, de forma más profunda, con amor. (Sí, estoy pensando en ti cuando escribo "amor" en quién más podría pensar). Me gusta el amor, me gusta no tener prisa, me gusta construir relaciones así; soy feliz con eso. No soy un animal que necesita mucho pero, soy un animal que dificilmente se detiene fuera de casa. Me gusta estar en mí.
¿Qué voy a hacer si -como su sucede con el proceso de un dharani- mi realidad se derrumba -otra vez-? ¿Si se derrumba todo lo que creo es mi casa? Pero cómo, si todo lo que es mi casa nace de mí, no depende del exterior. Si el silencio de la mañana termina, encontraré otro silencio a otra hora, supongo. Si las plantas se derrumban, encontraré otra manera de hablar con la naturaleza, supongo. Si no tengo café, supliré la necesidad de tener algo caliente en el estómago que me provoca el impulso de escribir, supongo. Y si no te vuelvo a ver, si no te vuelvo a ver -supongo- me sentiré sin casa por un momento pequeño o largo, no sé; pero -también supongo- construiré otra, otra casa de mí, con otra yo y otro tú (tal vez).