Fotografía de Molhem Barakat (Syria, 1995-2013. ) |
recordando a Arno Gruen
a un año de su no-muerte
Cambié de fuente, cambié de color. Como la sangre. Hace algunos años reflexionaba sobre la sangre y todos sus significados; ´
¿Qué sería la sangre sin nuestra interpretación? Algo tremendamente hermoso, vivo, latente, colorido, de consistencia suave, de un color único: belleza pura.
¿Qué sería el mundo sin nuestra interpretación? Hace unos días leí un artículo sobre treatro que me envió un amigo, donde el director de una obra por demás propositiva, experimental, inteligente e interesante decía algo como "vivimos el peor momento del mundo" para justificar su impulso creativo y la necesidad de una obra de magnitudes fantásticas como la suya, que mezcla danza, teatro, tecnología, ciencia e investigación. Todo me gusta de puestas como esas; me gustan tanto que jamás hubiera imaginado que el director es tremendo pesimista. Soy pesimista también, por eso me da por pensar en tantas circunstancias todas las mañanas y -porque soy pesimista- trabajar en proyectos que requieren de transformaciones no sólo de la parte externa del cuerpo, sino de la mente. A los pesimistas parece que nos gusta el dicho "piensa mal y acertarás". Pero bueno, a lo que iba. la propuesta me gustó, la mezcla, el momento de presentarla, esa forma en que una obra captura el presente, aunque no creo que vivimos el peor momento del mundo. Creo que el mundo vive su momento de mundo como mundo, en su proceso de mundo. Y ese proceso de mundo, en el que estamos totalmente integrados (¡obvio!) pasa por sus particularidades y sus guerras, y sus hambrunas y sus epidemias, y sus avances y sus aperturas pero lo que más me gusta a mí de este momento son sus transformaciones: podemos detenernos y observar cómo nuestra mente está transformándose a la par de la naturaleza del mundo. Y estamos ahí de forma innegable: la decodificación del adn, por ejemplo, encierra tantos descubrimientos y devela tantos misterios, sin contar que de forma cotidiana, por ejemplo, volamos a casi cualquier parte del mundo: hacemos una fila, subimos a un avión, nos elevamos ¡cruzamos el cielo! y llegamos a nuestro destino. Creo que debe ya existir tecnología de transportación mucho más avanzada, por supuesto pero vaya, a mí el simple hecho de estar en Texas en la mañana y en Uruguay para la noche, me sigue pareciendo algo fantástico. Lo que a mí me gusta de este momento es que la tecnología es, indiscutiblemente, una reproducción de nuestro pensamiento (como en todos los tiempos) y, por lo tanto es una señal indiscutible de que avanzamos hacia cierta percepción distinta, más orgánica, menos dramática, más adecuada a la aceptación que a la contienda. Lo que me preocupa un poco es la libertad. Pero bueno, no sé si ahora seamos más o menos libres; en apariencia las mujeres somos más libres, pero ¿con qué fin? ¿con el fin de utilizar nuestra libertad para qué? y ahí es donde comienzan los avatares: somos libres ¿para alimentar una estructura de guerra de unos contra otros? En realidad ¿somos libres? ¿Hemos sido libres algunas vez? ¿El ser humano necesita de un amo? No me mal entiendan, considero que las luchas por la libertad de la mujer han tenido un avance grandioso. ¡Podemos estudiar, votar, decidir si casarnos o no! (no todas y no en todas partes del mundo, pero...) aunque todavía los juicios conservadores predominan en cuanto a quién es quién y el hombre vive tiempos de derrumbe en cuanto a su identidad masculina. No quiero mencionar las estructuras de poder y el blablabá que todos ya sabemos. Pero yo creo que en esta época somos más las personas concientes de esta realidad de organismo vivo, entero, avanzando junto (hacia quién sabe dónde, BTW); actuando sin necesidad de pensar en actuar; un crecimiento natural inegable, que nos ha demostrado que nuestra voluntad no es individual, sino que hay algo más común y colectivo en todo esto. Incluso tratándose de la responsabilidad por lo que más desprecio sentimos o que más angustia nos provoca. ¿Qué tan grande no será este momento que, incluso creyendo que vivimos el momento peor; sin estar en Syria, en Palestina, en México; sin haber presenciado un asesinato -salvo detrás de un monitor-, sin tener hambre, sin haber sido desplazados y vivir caminando durante años sólo para salvar la vida; sin tener la experiencia traumática del derrumbe de una ciudad completa, la tortura, el encarcelamiento, o ver cadáveres reventados fuera de casa, con el olor a sangre y a víceras humanas revueltas por los estallidos flotando entre los escombros o las cenizas; somos capaces de aportar lo que es necesario para que el mundo vaya bien, compasivamente, en "buena y creativa onda" hacia adelante?