Lunes, mi día de descanso. Me obligo a descansar. Es absurdo que un escritor descanse escribiendo, bueno quizá no. Quizá es sólo mi traducción del mundo que se empeña en pintar la escritura como mi trabajo; ya sabemos que el mundo no es así. Hay una construcción de un mundo que alguien más piensa, y es así: nuestro objetivo en la vida es trabajar, laborar, como quieran llamarle. Dentro de esa construcción los escritores no tenemos cabida. Tuvimos, hace siglos, cuando la red de entretenimiento de la humanidad era pensar y pensar era redituable. La mente que construye nuestra realidad ahora ha decidido que pensar no le conviene a nadie. Así que, bueno, aquí estoy, mordiendo el anzuelo de la duda, la duda mala, la duda de mi propia vocación. La duda casi siempre es buena, pero dudar de algo que inexplicablemente a quedado por encima de cualquier circunstancia de la vida, ante cualquier derrumbe de la personalidad, del caracter o de la economía, vaya, pinta más como el empecinamiento de un necio. Dudé, por dos segundos, nada más. Yo no soy una persona que tenga un trabajo, soy de las personas que defiende su vocación a toda costa y sobrevive en un mundo que nos entrega una realidad donde los escritores no cumplimos una función, somos una especie de máquina antigua en desuso: se acabó nuestra época, ahora es la época de la tecnología donde, la mente que nos hace el favor de pensar y decidir muestras experiencias dice que la tecnología manda. Entonces, escritores como yo, en lugar de poder vivir de lo que escribimos tenemos que pagar una renta mensual para conectarnos a la red que nos permite entrar a este blog y lanzar al océano virtual donde navega todo, nuestras tristes palabras de ahogados. Desde que la tecnología avanzó alcanzando los territorios mentales de los casi pobres (la tecnología nunca es para pobres), el talento se mide por la cantidad de veces que se descarga. Es decir, vivimos tiempos en que la competencia yace agazapada en la cantidad de veces que una obra se reproduce, se descarga o se copia y no, en la peculiaridad con que se interpreta, la rareza con que manifiesta su belleza, o la innovación que plantea ante una tradición estética. Importa cuántas veces se copia (los galgos corren sobre plataformas virtuales) porque es ahí donde se refleja la ganancia (es ahí dónde puede tomarse una medida: la influencia sobre el número de cabezas que no son cabezas sino computadoras que reproducen o decargan desde las plataformas que son creadas con un sistema de conteo automático -oh, las codificaciones!). Por ejemplo esta página, que no recibe muchas visitas: mil, mil cien visitas diarias ¿a quién le conviene la cantidad de visitas? es decir ¿para quien "trabajo"? Le conviene a Google, trabajo para Google; soy una capturista más para que Google pueda proporcionarte entretenimiento y ¿Google me paga? más o menos, de las mil visitas que yo le proveo a Google, teniendo esperanzas, una va a leer lo que escribo: me conformo con eso. Porque yo a Google no le convengo tanto, a fin decuentas soy solo una escritora; subo pocos videos y "la masa" ya no quiere abrir una página y encontrarse con letras, con palabras. "La masa" de acuerdo a la tecnología necesita estímulos más intensos e inmediatos que la literatura. Por favor, si en nuestros tiempos ya no es peculiar ni el asesinato, ni la la guerra, ni los preparativos para el terrorismo, ni la tortura, ni la perversión. Esos son los estímulos inmediatos para "La masa" la escritura para llegar ahí toma un camino muy largo, uno debe imaginar, tener un pensamiento en buena condición, etc. La literatura demanda demasiado, a menos que, imitando la inmediatez del video, nos entregue estímulos debastadores e inmediatos.
Para mí, mil visitas diarias son ya un exceso, puesto que mi deseo no es competir, ser la "mejor", "capitalizar" mi talento, etc. Yo, como cualquier antigüedad, tengo sólo el deseo de ser leída, puesto que reconozco mi vocación; reproducir, copiar o descargar no significan una lectura, significan una visita (en la visita se cumple el objetivo de Google, no mi objetivo), y una visita no es garantía de una lectura.
Para mí, mil visitas diarias son ya un exceso, puesto que mi deseo no es competir, ser la "mejor", "capitalizar" mi talento, etc. Yo, como cualquier antigüedad, tengo sólo el deseo de ser leída, puesto que reconozco mi vocación; reproducir, copiar o descargar no significan una lectura, significan una visita (en la visita se cumple el objetivo de Google, no mi objetivo), y una visita no es garantía de una lectura.
Así que fuck it no voy a pensar que el mundo es nacer, estudiar, trabajar, reproducirse y morir. El mundo es vivir maravillado por la experiencia de la vida, por la magnitud de nuestro pensamiento, por las experiencias que despiertan en nuestras células al entrar en contacto con el mundo. El verdadero. Y yo, no me adhiero a una realidad creada por la mente que ha instaurado a la tecnología como el avance del poder global. A mí me gusta crear mis propias expericias... ahora comienzo a dudar si la palabra correcta sea "propias" porque nada es mío, todo únicamente pasa por mí, está aquí y yo lo experimento.