Estoy muda para mí. Así. Puedo venir aquí y contarles lo que me sucede: las circunstancias de lo que me sucede pero, sencillamente si busco una respuesta. de mí para mí, a lo que me sucede no la encuentro. Hoy me tiré las cartas del tarot, tampoco supe cómo interpretarlas, es como si para cualquier conversación conmigo estuviera negada. Incluso me siento incapaz de tomar ciertas decisiones porque no oigo en mí la respuesta. ¿Desde cuándo comencé a dudar de las decisiones que tomo o que estoy por tomar? Tal vez desde que comencé a creer que quizá había una forma de razonar para tomar "mejores" decisiones. El resultado ha sido el simple nacimiento de un abismo. ¿Dónde quedó mi seguridad para terminar con lo que tengo que terminar, para interrumpir lo que decido interrumpir, para echar a la basura, o al viento, o al drenaje, lo que tengo que echar? No sé. Cambió mi percepción de lo que vivo, parace. Me estoy adaptando, parace. Y en ese proceso de adaptación quisiera asirme de las mentes que tengo más "a la mano". Mi amiga Lucile, por ejemplo. Me sorprende consultar con ella algunas cosas antes de decidir, y después darme cuenta que no voy a decidir nada, sólo necesitaba conversar sobre las circunstancias, que a mis propios ojos resultan extraordinarias, increíbles. ¿Qué me pasa? ¿Se me olvidó cómo es el mundo y ahora me sorprende? ¿De dónde nacen las expectativas que pongo en las personas con las que me relaciono laboralmente? ¿No es curioso que no tenga una sola expectativa de las personas con las que me relaciono íntimamente, emocionalmente? Es decir, mis seres queridos: no espero nada de ellos. Me gusta que sean como son, que estén cuando quieran estar, que se vayan cuando tengan que irse. Pero cuando comienzo a relacionarme con situaciones que involucran mi trabajo mi percepción comienza a exigir que las personas con las que me relaciono no sean avariciosas, no intenten utilizarme, valoren mi trabajo sobre mi "historia", que no alimenten un mito, que respeten la situación vulnerable de cualquier exiliado, que no exploten el dolor de un pueblo usándome como pretexto, etc. Termino decepcionada, y peor aún, enojadísima, hace años que no me enojaba pero tengo tantas expectativas puestas en mi trabajo que, uf, la vida me rompe el corazón a cada paso, en cuanto comienzo a negociar una publicación, por ejemplo. Hoy tuve ganas de desaparecer, de ser otra persona, de no llamarme como me llamo. Tengo otro nombre, por cierto. Tengo dos nombres más. No seudónimos: nombres. Me gustaría adoptarlos y borrar mi vida. Borrar mi identidad. Borrar los vínculos que he construido. Comenzar en un lugar que me sea desconocido y para el que yo sea desconocida. Comenzar, qué palabra tan falsa. Nadie comienza nada, uno sólo aborda cierta continuidad. Pero nos encanta romantizar el mundo. Creer que podemos hacer algo, transmitir algo, comenzar algo. A mí me gustaría poder dejar de pensar, dejar de ser yo, dejar de venir aquí cuando necesito un descanzo, dejar de percibir. Me gustaría ser como una línea estable y continua, linda y estable, brillante y estable, anónima y estable. Estable, sin identidad. Sin historia, sin mito, sin ficción. Soy tan arrogante. Tal vez por eso la vida me asigna encrucijadas como las que vivo pero ¿Qué creo que es la vida? ¿No es acaso una especie de campo minado, de selva mediática, de páramo monetario rodeado de aves depredadoras? Bueno, pues mi vida no. No quiero vivirla así, no tengo tiempo para vivir pecho tierra, ni para cuidarme de de los monitores, tampoco tengo tiempo para empuñar un tenedor y proteger mi dinero. Tengo muchas cosas que hacer; cuidar una mascota, un jardín, leer, escribir, enamorarme. No tengo tiempo para defender un mito ni para construirlo, no tengo tiempo de adoptar el papel de la escritora. ¡Es ridículo! Yo solo soy yo, y escribo, como cualquier otra persona cose zapatos, es guardia de seguridad en tiendas departamentales aburridísimas, o pasa las horas frente al televisor. No me interesa la vida internacional como estrategia. Soy tan arrogante y la carencia de agradecimiento por la fortuna de estar viva me ciega, me inmoviliza, me impide conversar conmigo. Tal vez solo sea miedo, en cuanto siento amenazada mi intimidad comienzo de prisa a construir obstáculos mentales a lo que "se presenta". No sé, me he vuelto incapaz de saber cualquier cosa, de responder cualquier ofrecimiento. Tampoco creo que este estado sea permanente, así que no se preocupen. Voy a ver dónde me dejé y regreso.
Estoy muda para mí. Así. Puedo venir aquí y contarles lo que me sucede: las circunstancias de lo que me sucede pero, sencillamente si busco una respuesta. de mí para mí, a lo que me sucede no la encuentro. Hoy me tiré las cartas del tarot, tampoco supe cómo interpretarlas, es como si para cualquier conversación conmigo estuviera negada. Incluso me siento incapaz de tomar ciertas decisiones porque no oigo en mí la respuesta. ¿Desde cuándo comencé a dudar de las decisiones que tomo o que estoy por tomar? Tal vez desde que comencé a creer que quizá había una forma de razonar para tomar "mejores" decisiones. El resultado ha sido el simple nacimiento de un abismo. ¿Dónde quedó mi seguridad para terminar con lo que tengo que terminar, para interrumpir lo que decido interrumpir, para echar a la basura, o al viento, o al drenaje, lo que tengo que echar? No sé. Cambió mi percepción de lo que vivo, parace. Me estoy adaptando, parace. Y en ese proceso de adaptación quisiera asirme de las mentes que tengo más "a la mano". Mi amiga Lucile, por ejemplo. Me sorprende consultar con ella algunas cosas antes de decidir, y después darme cuenta que no voy a decidir nada, sólo necesitaba conversar sobre las circunstancias, que a mis propios ojos resultan extraordinarias, increíbles. ¿Qué me pasa? ¿Se me olvidó cómo es el mundo y ahora me sorprende? ¿De dónde nacen las expectativas que pongo en las personas con las que me relaciono laboralmente? ¿No es curioso que no tenga una sola expectativa de las personas con las que me relaciono íntimamente, emocionalmente? Es decir, mis seres queridos: no espero nada de ellos. Me gusta que sean como son, que estén cuando quieran estar, que se vayan cuando tengan que irse. Pero cuando comienzo a relacionarme con situaciones que involucran mi trabajo mi percepción comienza a exigir que las personas con las que me relaciono no sean avariciosas, no intenten utilizarme, valoren mi trabajo sobre mi "historia", que no alimenten un mito, que respeten la situación vulnerable de cualquier exiliado, que no exploten el dolor de un pueblo usándome como pretexto, etc. Termino decepcionada, y peor aún, enojadísima, hace años que no me enojaba pero tengo tantas expectativas puestas en mi trabajo que, uf, la vida me rompe el corazón a cada paso, en cuanto comienzo a negociar una publicación, por ejemplo. Hoy tuve ganas de desaparecer, de ser otra persona, de no llamarme como me llamo. Tengo otro nombre, por cierto. Tengo dos nombres más. No seudónimos: nombres. Me gustaría adoptarlos y borrar mi vida. Borrar mi identidad. Borrar los vínculos que he construido. Comenzar en un lugar que me sea desconocido y para el que yo sea desconocida. Comenzar, qué palabra tan falsa. Nadie comienza nada, uno sólo aborda cierta continuidad. Pero nos encanta romantizar el mundo. Creer que podemos hacer algo, transmitir algo, comenzar algo. A mí me gustaría poder dejar de pensar, dejar de ser yo, dejar de venir aquí cuando necesito un descanzo, dejar de percibir. Me gustaría ser como una línea estable y continua, linda y estable, brillante y estable, anónima y estable. Estable, sin identidad. Sin historia, sin mito, sin ficción. Soy tan arrogante. Tal vez por eso la vida me asigna encrucijadas como las que vivo pero ¿Qué creo que es la vida? ¿No es acaso una especie de campo minado, de selva mediática, de páramo monetario rodeado de aves depredadoras? Bueno, pues mi vida no. No quiero vivirla así, no tengo tiempo para vivir pecho tierra, ni para cuidarme de de los monitores, tampoco tengo tiempo para empuñar un tenedor y proteger mi dinero. Tengo muchas cosas que hacer; cuidar una mascota, un jardín, leer, escribir, enamorarme. No tengo tiempo para defender un mito ni para construirlo, no tengo tiempo de adoptar el papel de la escritora. ¡Es ridículo! Yo solo soy yo, y escribo, como cualquier otra persona cose zapatos, es guardia de seguridad en tiendas departamentales aburridísimas, o pasa las horas frente al televisor. No me interesa la vida internacional como estrategia. Soy tan arrogante y la carencia de agradecimiento por la fortuna de estar viva me ciega, me inmoviliza, me impide conversar conmigo. Tal vez solo sea miedo, en cuanto siento amenazada mi intimidad comienzo de prisa a construir obstáculos mentales a lo que "se presenta". No sé, me he vuelto incapaz de saber cualquier cosa, de responder cualquier ofrecimiento. Tampoco creo que este estado sea permanente, así que no se preocupen. Voy a ver dónde me dejé y regreso.