"Wir werden als Originale geboren, sterben aber als Kopien"
Hace varias semanas que no uso mi computadora. No entro a Skype, no visito Facebook, no escribo nada específico: leo. Leo a Foucault y consulto tuiter desde mi celular, y me comunico con mis amigos por mensaje de texto y, poquísimo whatsapp. Anoche, mientras decidía si vería una vez más "Hable con ella" abrí mi cuenta de tuiter en el celular. No sé por qué busqué la cuenta de Arno Gruen, tal vez porque no lo veía por tuiter hace tiempo. Noté que en su descripción aparecía la fecha de su muerte: octubre 20, 2015. Como cualquier noticia inesperada se me dificultó un poco creerlo. Navegué buscando la noticia. Me costó trabajo encontrarla en inglés, pero ahí estaba. Era verdad. Arno Gruen había muerto el 20 de octubre del 2015. Sentí rabia, no lo pude evitar, una rabia egoísta. Primero: ¿por qué me entero hasta ahora? ¿por qué no se difundió de forma más amplia la noticia? ¿por qué todos los detalles están sólo en alemán? Después me sentí profundamente sola. Comencé a preguntarme qué estaba haciendo yo en esas fechas. En esas fechas yo estaba escribiendo un libro -sin publicar todavía- en el que le doy forma a varias ideas de Arno Gruen, me refiero a darle "mi" forma (que las ideas, Gruen, las tenía muy bien formadas). Gruen analizaba el comportamiento humano; los condicionamientos que se originan en las estructuras de poder, comenzando por la familia. De acuerdo a Gruen, mientras nuestra familia no nos enseñe a manejar el dolor (el dolor emocional) desde la infancia, seguiremos siendo atrapados por esta avalancha de comportamientos que reproducimos inconscientemente y que justifican -si no es que contribuyen a- la existencia de la guerra, la desigualdad social, etc. Nos insertamos pues ---condicionados por la estructura familiar, desde la infancia, como eslabones ciegos--- en nuestra sociedades de mercado. Gruen dedicó su vida a demostrar que Freud se equivocó al señalar a la humanidad como una especie malvada por naturaleza; Gruen afirmaba que esa maldad no es natural, sino propiciada por las estructuras de poder para utilizar a las sociedades como un recurso más que beneficia a los mercados, alimenta la competencia, etc.
No recuerdo con exactitud en qué año comencé a leer a Gruen, lo que sí recuerdo es que su investigación sobre los mecanismos de repetición que nos lanzan las estructuras de poder (los mecanismos inductivos y de control, los sistemas de vigilancia que parten y se fundan en la grabación de audio y de video, o en la simple idea de que la vigilancia existe con sus formas de insertarse en nuestro pensamiento: sistemas de obediencia que ya no requieren de la vigilancia real del amo, sino únicamente de la propagación de la idea de vigilancia) me llevaron a poner atención en los procesos de copia (en ese entonces no los llamaba yo procesos de copia, sino que los definía como "procesos de reproducción") a través de los que la realidad se manifiesta desde nuestra mente hacia fuera; y la manera en que ese proceso, desde que nacemos hasta que morimos, va siendo manipulado por nuestro entorno, y va borrando lo que somos (el ser auténtico) poco a poco.
No recuerdo con exactitud en qué año comencé a leer a Gruen, lo que sí recuerdo es que su investigación sobre los mecanismos de repetición que nos lanzan las estructuras de poder (los mecanismos inductivos y de control, los sistemas de vigilancia que parten y se fundan en la grabación de audio y de video, o en la simple idea de que la vigilancia existe con sus formas de insertarse en nuestro pensamiento: sistemas de obediencia que ya no requieren de la vigilancia real del amo, sino únicamente de la propagación de la idea de vigilancia) me llevaron a poner atención en los procesos de copia (en ese entonces no los llamaba yo procesos de copia, sino que los definía como "procesos de reproducción") a través de los que la realidad se manifiesta desde nuestra mente hacia fuera; y la manera en que ese proceso, desde que nacemos hasta que morimos, va siendo manipulado por nuestro entorno, y va borrando lo que somos (el ser auténtico) poco a poco.
Solía conversar con algunos amigos de los libros de Gruen, "The betrayal of the self " y "The insanity of normality", pero ninguno de mis amigos los había leído. Así que, más que conversaciones lo mío se tornaba en una especie de descripción sobre las lecturas que me apasionaban en el momento (y hasta ahora me apasionan, tengo esos dos libros en mi mesa de noche y los consulto todo el tiempo). Mis amigos, intentando enlazarse a mis obsesiones mencionaban a Walter Benjamin. Entonces yo mencionaba a Agamben porque: "¡claro! Benjamin es importante, pero creo que es importante también leer a los filósofos que están vivos, a los psicoanalistas que están vivos, a los investigadores que trabajan ahora con ésta realidad, a los científicos que ven ésto que nosotros vemos". Bueno, ya no puedo contar a Gruen como uno de esos investigadores vivos (de corazón latiendo pues, de cuerpo presente). Me siento mucho más sola.
Hoy a la mañana me desperté con la sensación de que Arno Gruen no estaba en este mundo. La sensación de que un elemento al que solía conectarme de vez en vez, una fuente a la que pensaba recurrir, un vínculo mental que lanzaba al mismo momento de abrir los ojos al despertar por la mañana (porque sabía que Gruen estaba en Berlín, en alguna parte, avanzando) se ha disuelto así nada más, como si nada: ayer estaba, hoy ya no está; como lanzar una cuerda de pensamiento y que ésta no encuentre dónde asirse.
Sé que la vida es así y que, si nos ponemos cuánticos, ni el nacimiento ni la muerte existen; me conectaré a la fuente que Gruen es, o fue, siempre que quiera, a través de sus libros o a través del pensamiento, pero me ha costado hoy des-apegarme de ese condicionamiento que me hace sentir de alguna forma culpable por no haberlo visitado, por no haber hablado más con él, por no haber insistido, en fin por no haber hecho lo que pensaba hacer más rápido y por haberme quedado con tantas preguntas; esos condicionamientos que nos hacen sentir responsables por distraernos en otras cosas y no haber previsto que sí, en realidad, tenía 92 años y no iba estar entre nosotros para siempre.
Así que estoy enojada, muy enojada conmigo; desperté con la sensación de vacío y dolor de garganta, mientras venía a escribir esto en la computadora me di un golpe en el dedo pequeño del pie izquierdo; ya sentada en la silla no sé cómo me di otro golpe en el tobillo derecho y observo, observo reaccionar a nuestra mente, como animal que se resiste a abandonar su domesticación y, en su lucha, afecta el cuerpo; un animal que prefiere hundirse en la espesura de conjeturas inútiles como la culpa. Entonces, vuelvo a preguntar ¿qué aprendí? ¿qué es esto?
Hoy a la mañana me desperté con la sensación de que Arno Gruen no estaba en este mundo. La sensación de que un elemento al que solía conectarme de vez en vez, una fuente a la que pensaba recurrir, un vínculo mental que lanzaba al mismo momento de abrir los ojos al despertar por la mañana (porque sabía que Gruen estaba en Berlín, en alguna parte, avanzando) se ha disuelto así nada más, como si nada: ayer estaba, hoy ya no está; como lanzar una cuerda de pensamiento y que ésta no encuentre dónde asirse.
Sé que la vida es así y que, si nos ponemos cuánticos, ni el nacimiento ni la muerte existen; me conectaré a la fuente que Gruen es, o fue, siempre que quiera, a través de sus libros o a través del pensamiento, pero me ha costado hoy des-apegarme de ese condicionamiento que me hace sentir de alguna forma culpable por no haberlo visitado, por no haber hablado más con él, por no haber insistido, en fin por no haber hecho lo que pensaba hacer más rápido y por haberme quedado con tantas preguntas; esos condicionamientos que nos hacen sentir responsables por distraernos en otras cosas y no haber previsto que sí, en realidad, tenía 92 años y no iba estar entre nosotros para siempre.
Así que estoy enojada, muy enojada conmigo; desperté con la sensación de vacío y dolor de garganta, mientras venía a escribir esto en la computadora me di un golpe en el dedo pequeño del pie izquierdo; ya sentada en la silla no sé cómo me di otro golpe en el tobillo derecho y observo, observo reaccionar a nuestra mente, como animal que se resiste a abandonar su domesticación y, en su lucha, afecta el cuerpo; un animal que prefiere hundirse en la espesura de conjeturas inútiles como la culpa. Entonces, vuelvo a preguntar ¿qué aprendí? ¿qué es esto?