Mudra: Zai (La Creación)
en la práctica de arte marcial Kuji In


Hace algunas semanas comencé a desprenderme de mis obsesiones como una especie de trabajo consciente dentro de mí misma. No para derrumbarme, como solía hacerlo estos últimos años: derrumbar toda percepción ya establecida para dar paso a percepciones nuevas y más amplias ¿recuerdan que les conté que, la práctica de los Dharanis, se sentía como derrumbar un edificio pero en lugar de un edificio se derrumba la realidad entera que tenemos frente a nosotros? Esta vez decidí entrar a mi propia estructura de pensamiento, ser consciente de ella y transformarla desde esa consciencia. Es difícil de por sí contemplar la estructura de nuestro pensamiento y plasmarla de alguna manera, en alguna parte, para que su forma tangible nos permita conocerla; el proceso toma años, se trata de la estructura infinita, de la consciencia que no tiene comienzo ni final. de la globalidad que se transforma constantemente, etc. Si nos ubicamos dentro del cuerpo, es decir, de la forma, la búsqueda puede comenzar a funcionar. Uso la escritura como una manera de hacer tangible esa estructura, con su infinitud y ambigüedades de significados y la apertura de las resignificaciones. Estas semanas comencé a transformar voluntariamente esa estructura, por eso decidí eliminar a voluntad algunas de mis más preciadas obsesiones. Al principio me sentí profundamente vacía, vacía con un vacío infinito. Por primera vez sentí miedo a estar sola. Pude darme cuenta que mis obsesiones eran un sustituto del sentimiento de protección que da la compañía, el amor que alguien nos puede dar, etc.
Soy una persona con la que muchas otras personas quieren platicar, soy una persona que muchas otras personas buscan. A veces respondo emails y mensajes por inercia, con un simple sí o no, sin poner mucha atención a la conversación que otros buscan tener conmigo. La mayoría de las veces no respondo los emails de personas que no conozco, y otras tantas que conozco y que no me despiertan interés. Ahora, cada vez que recibo un mensaje, o un comentario, procuro ponerle atención (esto no significa que responderé los emails, aclaro) y ser consciente de que, así como esas personas se acercan a mí, yo me acerco a otros a quienes no les produzco el mínimo interés, que responden por cortesía con un sí o un no, o que no responden en lo absoluto (como un académico al que le pregunté por unas definiciones náhuatl para crear el concepto de Cielo Portátil). Ahora comprendo mejor. Hay cierta forma de insistir provocada por lo que me obsesiona que ya no usaré más. Lo que quiero alcanzar con mis obsesiones soy yo misma, busco mi reflejo en cada obsesión, por ejemplo con Foucault. Me ha dado tanta risa saber que visitaba los clubs sado-masoquistas en San Francisco, no porque tenga un juicio sobre quienes visitan ese tipo de clubs, sino porque una de mis obsesiones es la conjunción de placer y dolor (en secreto ensamblan): ahí me encuentro, en ese análisis. Pero me encuentro también en muchas otras partes, cosas y personas. Siguiendo el hilo de lo que me obsesiona, como los sistemas de control social, la manipulación psicológica detrás de los medios de comunicación, la tecnología que se ha vuelto parte de nuestra intimidad, puedo ser consciente de que todo se trata de ser quien soy, de ser todo lo que soy. Nada ni nadie tiene que ver con el proceso singular de ser; aunque puedo aprender mucho de todo lo que se aproxima o de todo a lo que me aproximo. Insistir es lo mismo que forzar, forzar enferma. Voy a ser quien soy si cumplo mis deseos de conocimiento o si no los cumplo. La realización de mis deseos no tiene nada que ver con ser quien soy. No me refiero a no tener deseos, a no realizar mis deseos, me refiero a que en realidad no existe una dependencia causal de lo que soy con lo que quiero. Tal vez me empeño en querer cosas que en lugar de llevarme a todo lo que soy me sumergen en inframundos que no son ni un bosquejo de lo que fui y a lo que me gusta regresar, como si así el pasado fuera a volver. Son sólo deseos de huir de mi momento presente. Son obsesiones construidas para evadir el presente simulando interés por el presente. Pues bien, esa estructura de pensamiento es a la que voy a entrar, y es la que voy a transformar antes de hacerla tangible, de la forma que sea, hacia afuera. Antes de escribir, por ejemplo. Entrar al edificio de la memoria y transformar la memoria. Entrar a la estructura del análisis y transformar el análisis. Entrar a la estructura de la percepción y globalizarla. Entrar a la estructura del idioma y ampliarla. Entrar a la estructura de la interpretación y borrar la interpretación a voluntad. Entrar a la estructura de la mente y sí, derribar la estructura. ¿No es hermoso? No sé cómo esta práctica vaya a impactar mi cuerpo, ni mi vida. Hoy mientras sentí que tomaba una decisión total, tuve mucho miedo. Miedo de dejar de comunicarme como acostumbro, miedo de dejar de repetir. ¿No es curioso? Uno se ata a la repetición, la repetición brinda seguridad. Tuve terror de dejar de comunicarme contigo, y contigo. Tuve pánico de no volverte a ver. Tuve un miedo primordial: dejar de sentir amor. Un miedo falso. No puedo dejar de sentir amor. Se trata de ser todo lo que soy, no de borrar lo que soy pero ¿qué soy? ¿qué es lo que es sin ser sólo una trampa?
Llevo 4 años estudiando y practicando Kuji In. Nueve estados de ser que se convierten en uno sólo. La Creación: Zai, es el estado de ser número ocho. El estado de ser número 9 es Zen. Hoy, después de dos horas de practicar Zai (que se practica haciendo el mudra que está arriba y el mantra que está aquí: Om Srija Iva Rutaya Swaha) supe que cada día me aproximo a lo que soy, y que cada día mi mente nace como yo la construyo; las delimitaciones no habían sido construidas conscientemente por eso puedo borrarlas y ampliar el territorio; porque yo no soy sólo yo, también soy yo sin yo, y así todo lo que he construido para no visitar esa dimensión, hoy ha comenzado a borrarse.