Grabado que formó parte de la exposición en Proper Printshop hace unas semanas.


Estoy contenta. No sé si esto tenga que ver con mis transformaciones místicas o no, apenas hace unas semanas sentía mucho miedo por lo que pudiera pasar a raíz de que renuncié a ciertas obsesiones que me mantenían suspendida en una realidad, sino ilusoria, sí poco fructífera en términos intelectuales. Hace apenas unas semanas tampoco sabía lo que iba pasar con mi forma de comunicarme, me daba terror dejar de sentir amor. No puedo decir que todo ha pasado. Continúo ajustándome a esta forma de ser. Soy obsesiva compulsiva y me adoro así, la obsesión en gran medida es lo que permite que continúe con varios de mis proyectos comunitarios. Mi obsesión por construir una comunidad que ama, actúa y piensa, es la única que conservo con alegría. He conocido a varias personas estos meses que me alegran el corazón. Y entonces es cuando en mi mente resuena ese ¡sí, lo sabía! ¡hay gente buena en el barrio y somos muchos, y tenemos fuerza y dedicación y talento!
Ayer hubiera sido un domingo cualquiera de los que aprovecho para leer, para ver detalladamente una película, detenerme cuadro por cuadro para descubrir cómo se construyó la fotografía, cómo la luz fue capturada por el director y esa misma forma de luz y movimiento se repiten dentro de mi casa, y relajarme con algún salto de consciencia o con el descubrimiento de alguna nueva flor en el jardín pero no, recibí la llamada de un amigo que me avisaba que teníamos una cena pagada en un evento dedicado a recaudar fondos que se asignarían a un proyecto comunitario. La dinámica era esta: se exponían los proyectos que habían solicitado el apoyo y la comunidad asistente votaba por el que más le gustara. Ustedes saben que detesto las competencias, que competir me parece uno de los anzuelos más dañinos que la humanidad muerde y muerde. El anzuelo de la competencia destroza comunidades peeeero, me dijo el amigo que me llamo "vamos a votar por Alan", entonces mi pensamiento dio un giro, Alan tiene un negocio de serigrafía a dos cuadras de mi casa (la casa de Cielo Portátil), pero su local es más que un simple negocio, yo diría que el "negocio" es una consecuencia de su gusto por la impresión y el arte, apenas la semana pasada acababa de estar en una exposición donde había un grabado genial de un artista chiapaneco (me enojé porque no lo pude comprar, por cierto, justo lo pensaba cuando alguien me lo ganó). El local de Alan se llama Proper Printshop; y es curioso pero en esa imprenta cada semana se dan clases gratuitas de cocina vegana, el cocinero que las imparte se llama Eduardo, un cocinero muy particular porque también es escritor, traductor, pensador, poeta y, a las clases de veganismo (me consta) van desde cristianos obsesionados con su alimentación, hasta clubs de ciclistas. Después de asistir a una de las clases de veganismo en Proper Printshop, surgió la idea, junto con mi amigo Franko y una chica que forma parte del grupo de ciclistas, de proyectar una película en el patio de Cielo Portátil para celebrar el mes de la bicicleta ¿ahora sí, entienden a lo que voy?: los vínculos. Pero no vínculos relacionados únicamente con socializar, sino con fundar, construir, pensar de forma comunitaria. ¡Es magia!: la magia de los pueblos. Gracias a las clases de veganismo he comido sin parar y ¡sin miedo! en medio del desierto. Todo eso y, seguramente alguna otra cosa que olvido, pasó por mi mente cuando mi amigo Franko me dijo que Alan estaba presentando un proyecto para recibir apoyo económico en el evento de Caldo Collective. Frank estaba dudoso de asistir o no. "Es un proyecto del barrio, si recibe el apoyo es bueno para el barrio" le dije. Y platicamos sobre las razones por las que era bueno que Proper Printshop tuviera un poco de dinero para poder pagar el tiempo de quienes colaboran tan generosamente a construir felicidad en el barrio, a través del arte, la comida y la reflexión. Decidimos ir. Yo aclaré que debía votar y regresar para dedicar un momento de la tarde a leer o a contemplar la luz, El lugar estaba repleto, más de 250 personas en una cena. Era imposible llegar, votar e irse. Había que ver la exposición de todos. Aguanté 4 horas escuchando las exposiciones, rodeada de gente, hubo un proyecto feminista que me gustó, la creación del documental #childbirth, no pude más, voté y salí corriendo pensando que, efectivamente, había perdido un día de curso de "El nacimiento de la biopolítica" de Foucault que estoy estudiando. Mis amigos se quedaron para conocer los resultados, yo caminé cansada y con esa sensación de haber perdido mucho tiempo. Diez cuadras antes de llegar a mi casa me alcanzó Franko en su camioneta para darme la noticia de que Proper Printshop había ganado y, por ende, nuestro barrio vería nacer un proyecto financiado de talleres cada jueves (que ya se hacían sin financiamiento, osea, financiados del bolsillo propio de Proper Printshop) de una técnica ancestral en textil, para que todos los artistas (y los que quieran) puedan aprenderla, exponerla, difundirla, y venderla. ¿Cómo no despertar feliz hoy? y como no pensar que, valió la pena, haber salido de mi fin de semana contemplativo y vincularme con el barrio por más de cuatro horas. ¡La fuerza y la generosidad del arte están vivas!