"No tengo otra cosa, no estoy en ninguna otra parte".


Ustedes saben que vengo aquí para descansar o cuando estoy al borde de algún colapso. Bueno, pues ahí estoy. No me reconozco. No sé quién soy. Observo mis propios trucos mentales y se levanta en mí una especie de muro o de pánico. Tampoco vengan aquí a tomar las cosas literalmente, ya saben que esto es también un ejercicio de literatura (me ha pasado que lo que afirmo aquí sobre mí misma, otros quieren usarlo como una evidencia -risas grabadas- y me dicen "pero tú misma escribiste que eres una egoísta" o "tú dijiste en tu blog que tienes miedo": oquéi, estimado lector, este no es mi presente, es tú presente. Cuando tú lees esto yo ya lo viví, es decir, yo ya no estoy aquí -aclaro)
El caso es que ayer en la noche fui al supermercado porque, después de una semana de indisposición y gripe, mi refrigerador estaba vacío. Camino, más o menos, 30 minutos para llegar al supermercado porque ¡vivo en El Paso! una ciudad que no está diseñada para peatones y en las tienditas del barrio todo lo que hay son productos perecederos que ya han perecido. A veces, el supermercado me despierta ciertas ilusiones: me ilusiona cocinar con jazz de fondo y una bebida refrescante, bailando. Imagino todo lo que puedo cocinar, y ¡todo lo que puedo comer! Mientras me extasiaba entre los anaqueles con su infinidad de productos: cajas de colores, polvos de sabores, diferentes esculturas de pan, leche envasada de veinte formas distintas, productos judíos, árabes, centroamericanos, asiáticos, africanos, bajo una luz brillante y tentadora, me di cuenta que había cancelado uno de mis viajes a Los Angeles, para la siguiente semana. ¿Por qué? Me di cuenta también que estaba hablando sola mientras leía la lista de lo que tenía que comprar "falta el pescado" "¿dónde está el pinche papel aluminio?" "no puede ser que otra vez no haya frambuesas" fui consciente de mi propia enunciación en voz alta y no me importó, me dirigí a la sección de la champaña (ahora sólo me gusta tomar champaña fría) no encontré la marca que quería y también pensé, esta vez en silencio "tal vez sí estoy bebiendo demasiado". Volví a mi primer pregunta ¿por qué cancelé mi viaje a LA? ¿por prudencia? La semana que entra yo debería estar viajando a una montaña en LA para pasar una noche magnifica y asistir a un concierto de Concha Buika ¿qué me hizo cancelar? Me aburrí de dar vueltas y vueltas buscando el papel aluminio y salí del supermercado.
Tengo una bolsa especial que parece una canasta, pero suave, a la que le cabe todo para cargar caminando. Si tomaba el camión tardaría dos horas en llegar a casa. Si decidía cargar y caminar tardaría una. Decidí cargar y caminar, estoy acostumbrada. Mientras acomodaba las cosas en mi bolsa canasta, se acercó un chico, quizá 27 o 28 "qué linda bolsa" me dijo. Un joven hipster porque el supermercado está en un barrio hipster cerca de la universidad. Un joven lindo. No es la primera vez que alguien me felicita por esta bolsa tejida a mano usando como material cientos de bolsas recicladas, si tejiera más sería un hitazo en el mercadito de granjeros de los domingos. Le respondí que gracias, que era tejida a mano con cientos de bolsas de plástico recicladas y que la agarradera me había quedado chueca. "¿Vas a caminar?" me preguntó. Respondí que sí y ofreció llevarme. "No puedes ir caminando con todo eso" me reí, le dije que estaba acostumbrada y que a fin de cuentas no había comprado la botella de champaña, así que no pesaba tanto. "Anda, te llevo". Volví a decir que no, y comencé a caminar.
El barrio es como una boca de lobo, una boca de lobo bastante segura, vale decir. Unas cuadras adelante el chico me alcanzó en su auto, volvió a ofrecerme el aventón y volví a negarme. Fin de la historia. El chico dio vuelta en "u" y se fue. Continué caminando. No tenía prisa, me encanta mi barrio cuando está en silencio. Completamente oscuro. Todas esas casas antiquísimas dormidas. De repente un pensamiento, como un rayo, me atravesó el corazón: rechacé la oportunidad de tener un nuevo amigo. Seguramente me hubiera llevado a casa, hubiéramos platicado en el camino, me hubiera enterado qué estudia, me hubiera pedido mi teléfono, saldríamos una semana después, nos enteraríamos que somos vecinos, comenzaría a asistir a las reuniones de Cielo Portátil, and so on y volví a preguntarme ¿Por qué? ¿Por qué hice eso? Tuve que detenerme. Me desconocí. Solté la bosla en una esquina. Generalmente soy muy abierta con las personas amables. No es común en esta ciudad que la gente decida caminar en la noche. Cada vez que voy al super-mecardo caminando alguien se ofrece a llevarme de regreso. Este es un buen barrio, con buenos vecinos y buena gente. Me he encontrado chicas que hacen lo mismo que el chico hizo: insistir en llevarme porque mucha gente en este desierto no concibe la vida sin la comodidad de un automóvil y piensan que sufro. Me senté en la orilla de la banqueta y me dije "estoy perdiendo libertad". ¿Por qué decido, de repente, perder libertad? ¿Qué es lo que me da miedo?
Mandé un mensaje de whatsapp y levanté mi bolsa, seguí caminando mientras pensaba "esto es lo que soy, este momento, esta caminata, este esfuerzo por llegar a mi casa con las compras del supermercado, no tengo otra cosa, no estoy en ninguna otra parte, no soy otra persona ¿por qué comienzo a limitar mi libertad?".
Llegué a casa, acomodé las compras en la mesa, di un snack a Diva. Encendí el tocadiscos, puse a Nina Simone y un amigo llamó para visitarme. Cuando abrí la puerta mi amigo me abrazó y me besó la cara, muchas veces, casi con devoción. Entonces recordé la devoción con la que yo toco tu cuerpo, o tu cara. Vuelta a la realidad, pensé. Vuelta al corazón atravesado de la consciencia.