La filosofía como producto transnacional

Hace tiempo ya que me gusta leer a filósofos contemporáneos, debido a (como bien lo definió un académico argentino, refiriéndose a Giorgio Agamben) la forma en que logran "diagnosticar" nuestro presente. La vida en el presente, la percepción de este presente y sus alcances en tiempos en que vivimos fenómenos de traslado y transposición acelerados: de una dimensión a otra, de una zona geográfica a otra, de un documento a otro, de un idioma a otro, de una frecuencia energética a otra, de un virus a otro, de una mutación genética a otra, de una pensamiento a otro, etc.; aunado a temas que me interesan como los mecanismos diseñados para el control de la humanidad, los condicionamientos que nos dirigen hacía determinadas formas de vida, y la manera en que juzgamos, tasamos y valoramos a los otros; junto a la idea de que un escritor debe sostener un pensamiento a través de su creación o su literatura, ya despojado del dominio del lenguaje como herramienta (despojado de la tensión de esculpir con el lenguaje, pero con el dominio del lenguaje integrado a la forma de escritura en un estado natural), fue como me acerqué a los libros de Byung-Chul Han.
Lo que me llamó la atención de sus libros no sólo fueron los temas que aborda: el ejembre de internet, la interpretación y reintrepretación de lo bello o un mundo que la biopolítica no alcanza a definir porque hemos entrado ya a lo que Chul Han define como psicopolítica; lo que me interesó también fue el formato de libro, la estructura en la que se presenta esta clase de información. Un libro de bolsillo, con un tema dividido en capítulos cortos, de tono ensayístico ligero y portadas atractivas: la suavidad de su forma, pues. Compré tres títulos publicados en la editorial Herder. Psicopolítica el más reciente, El Enjambre, del 2013 y un título más que ahora no recuerdo y tampoco tengo a la mano. No soy tan inocente, me interesó el formato porque sabía que, detrás de este tipo de publicaciones existe un trabajo editorial que involucra a más de tres personas. Son libros creados de forma colaborativa donde, por lo regular, los editores que le dan forma al lenguaje y a las traducciones permanecen en el anonimato. Son libros que logran romper con la barrera de la forma para comunicar, en ocasiones, descubrimientos milimétricos pero complejos.
No imaginé lo que iba a encontrar. Byung-Chul Han es una creación editorial que refleja un momento clave super-actual en los medios de comunicación. Refleja cómo el libro ha perdido su singularidad y un filósofo puede construirse como un producto transanacional que se filtra hacia la percepción de quienes todavía tenemos biblioteca, estudio y nos negamos a ver televisón. Soy incapaz de decir Byung-Chul Han afirma, porque siento que en sus libros Byung-Chul Han no existe; existe únicamente una máquina que habla pero, aún así, esta máquina de editores pone en juego temas en los que quizá deberíamos detenernos. Si era necesaria una máquina de pocas páginas que afirme que Foucault no alcanzó a diagnosticar nuestro presente con su biopolítica, y que Giorgio Agamben tampoco ha podido definir cuál es la continuación de ese presente mientras que el hallazgo de Chul Han es eso que define como Psicopolítica ¡qué bien! La máquina que construyó a Byung-Chul Han utiliza una bibliografía estupenda, que cualquiera de nosotros deberíamos estar leyendo si queremos afirmar que comprendemos un poco el presente que nos rodea, que nos cerca y que, de vez en cuando logramos habitar, aquí está (en parte):

Fluir, una psicología de la felicidad, de Czsikszentmihalyi (de este dudaría un poco, pero no está de más).

yo apostaría por leer La comunidad que viene, de Agamben; Tecnologías del yo y otros textos afines, de Foucault; The insanity of normality (este libro no está en PDF -yet-) de Arno Gruen, y un libro que me han recomendado recientemente que se llama La transparencia del mal, de Jean Baudrillard (escrito por ahí de los noventa). 
Ahora bien, me preocupa la fórmula que las editoriales han adoptado para poner la controversia sobre la mesa y, otra vez, construirnos la experiencia para que nosotros no tengamos que vivirla. Es aterrador que una producción mecánica pretenda suplir la producción intelectual. 
En piscopolítica hay varios puntos que la máquina destaca y que me obligan a reflexionar, que la pisicología del deber hacer actualmente no existe y hemos entrado ya en la era del poder hacer; que la prisión la vivimos en libertad, ya que la estructura de poder tiene acceso a nuestros pensamientos y a nuestras emociones (situación que no existía en la época previa a internet) y que la filosofía zen (y esto no lo afirma literal, sino que lo interpreto yo, porque el zen es una práctica que me gusta) sería una buena forma de escapar a la prisión psicológica a la que internet nos somete; vivimos, en lugar de la obediencia, un momento de dependencia: hemos pasado pues, de la biopolítica a la psicopolítica. 
Siempre he dicho que hay que tener cuidado al poner nuestra mente en las manos de cualquier Gurú, porque le damos acceso a todo lo que somos para transformarnos a través de sus visitas. Ese mismo consejo lo aplicaría en el caso de Byung-Chul Han y productos similares; hay que saber elegir qué afirmaciones categóricas aceptamos en nuestro pensamiento, porque afirmaciones tan cargadas de lógica y de presente pueden partirnos en dos: el cuerpo por un lado-la mente por el otro. De ahí surgieron mis preguntas ¿es que puede existir la psicología sin la biología?--la solté en tuiter: nadie me respondió, quizá estoy haciendo preguntas muy estúpidas-- ¿la dependencia psicológica no se siente en el cuerpo?  ¿vamos a continuar creyendo que la mente esta encerrada en nuestro cofre craneal? ¿podemos ser humanos sólo de mente? ¿apropiarse de nuestra mente no es también una forma de restricción física? ¿qué otro condicionamiento justifica inconscientemente la guerra más que la confusión entre responsabilidad y deber? ¿no somos una sociedad envuelta en una guerra inmensa?
Estas preguntas pueden, sino responderse, calmarse, si vamos a las fuentes: los bienes intelectuales. Muy distintos a esas máquinas procesadoras que, valiéndose de indudables editores brillantes, construyen controversias que sólo suceden en el campo del entretenimiento. Byung-Chul Han es un producto editorial que engancha desde el morbo del sometimiento y, el sometimiento, es un entretenimiento muy actual. Si no mordemos el anzuelo, este tipo de fábricas de conjeturar pueden dirigirnos no sólo a un éxtasis de superioridad personal (¡creemos que alcanzamos a ver!), sino a los manantiales de infinitud que nos serán muy necesarios para nuestra ya no tan futura supervivencia.