Hola, lectores. Mil disculpas por las últimas publicaciones. Si están suscritos a este blog les llegan automáticamente hasta las cosas que apenas estoy corrigiendo, pero ayer fue el colmo. Hackearon mi cuenta (como hackearon la cuenta y los emails de varios amigos míos este mes) pero ya están libres. Continúen siguiéndome. Este blog no es de odio, sino de reflexión; mientras reflexiono a veces siento odio pero también siento muchas otras cosas. Tampoco es pornografía, aunque lo he pensado cuando nos faltan recursos para uno que otro proyecto, pero esa es una dependencia que cuesta muy caro producir: uno, quiera o no, involucra el cuerpo. Yo sólo involucro el cuerpo con cosas del destino. Me pregunto si los hackers que actúan con tanto odio serán conscientes de que están involucrando también su cuerpo. Cuando uno desafía, hasta de la forma más anónima, el cuerpo está ahí, presente, el cuerpo se manifiesta en lo que hacemos como el punto localizado desde donde transmitimos lo que somos. ¡No podemos librarnos del cuerpo todavía! Hackear es una virtud que contribuye y contribuirá a la transformación del mundo. Yo creo en un mundo lindo. No importa cuánto odio ande por ahí, yo creo que el amor vence el odio, no importa cuántas veces hayas metido el cuerpo donde no deberías. Yo creo que el fuego del amor lo puede todo. No me arrepiento de los lugares y los otros cuerpos donde ha estado mi cuerpo. No me arrepiento de lo que hago y de lo que soy. A veces me arrepiento de lo que digo. A veces también me arrepiento porque no me arrepiento. Debería arrepentirme, pienso. Chicos, ustedes tienen superpoderes. Son fantásticos y mágicos, sin arrepentimientos. ¡Qué chingón!