Doce de marzo, algo tenía que pasar ¿no? habíamos librado bien el día, leímos de forma relajada hasta las diez de la mañana, escuchamos una entrevista con una de las traductoras de Giorgio Agamben, desayunamos apropiadamente. Después nos enfocamos en trabajar en el jardín, limpiar la parte de enfrente, escombrar el patio: trabajo duro, pero de la mano con las plantas y sus voces. terminamos. Nos metimos a bañar para quitarnos la tierra del trabajo de encima, Diva quiso salir y de repente, estaba otra vez acorralando a un gato en la última esquina del jardín de la casa, al final de un pasillo. No es la primera vez que Diva acorrala un gato en esa esquina, y tampoco la primera vez que el gato escapa.  Así que me cansé de llamarla, yo no estaba vestida, ya me había quitado las botas para entrar a la tierra, estaba envuelta en una bata de baño, etc. Los gruñidos de Diva se hicieron más profundos; esa especie de ronroneo y maullido del gato amenazado se intensificó. Me puse las botas, una camiseta, salí al pasillo y escuché a diva chillando-ladrando, al gato haciendo fzzzz y cuando llegué era demasiado tarde: Diva había pescado al gato y también unos cuantos rasguños. El gato estaba vivo; como pude me le eché encima (a la Diva, no al gato), generalmente Diva me entrega las presas, ¡me ha entregado pájaros intactos! pero esta vez se negaba a soltar. Le abrí el hocico con las manos, el gato pataleaba y seguía con su fzzz no pude ni tocarlo (habrán de imaginar) herido (o despedazado) corrió como alma que lleva el diablo y nosotras entramos a la casa.  Diva aceptó silenciosa y vergonzosamente (supongo que fue vergüenza, tal vez era decepción por haber perdido a su presa, no sé) su responsabilidad en el ataque, Yo comencé a dar vueltas pensando en el gato ¡y en la vecina! que no tardaría en tocar la puerta, supuse. Me temblaban las manos, no salí con heridas; busqué en la Diva: tampoco, si a caso las marquitas de las garras, hasta donde permitió revisar. Me senté en la cama, y vaya, sopesé el evento: pescó al gato. ¿Por qué estoy tan alterada? No terminé el capítulo de Foucault que estaba leyendo, no pude continuar. Estaba con las botas puestas, llenas de tierra, otra vez con tierra por todo el cuerpo ¡y peor!, baba, sangre de gato y pelos de Diva en la ropa. ¡Demonios! Tuve que poner orden, retroceder al lugar donde estaba, quitarme la ropa, meterme al baño, escuchar a la Diva jadeando en su camita, asustada. Me dolían los brazos. De qué manera simple se altera la vida. De qué manera simple uno la retoma.