Hace un par de años que, en conversaciones con amigos y coautores me brinca la pregunta de cómo tasar un bien intelectual en tiempos de las descargas por internet, el copyleft, y tantos otros manjares del conocimiento en el que se ha convertido esta fuente infinita (sí, ésta... aquí donde está usted en este momento, leyendo). Ben Ehrenreich, por ejemplo, me respondió que asignarle valor a su trabajo le parecía algo más que insólito, molesto; como intentar apretujar el infinito en un espacio limitado. A mí me preocupa, porque de mi trabajo como escritora depende mi subsistencia. No tengo otro trabajo, no hago otro trabajo y no quiero trabajar en otra cosa. Comprendo mejor el intercambio energético que el monetario, sin duda, y la vida me ha demostrado que, hasta el momento, la abundancia no radica en un montón de códigos bancarios o, burdamente hablando, en cuánto dinero puedo amontonar. Con todo eso, también soy consciente de que, actualmente, para los escritores íntegros sobrevivir es casi un infierno (para los corruptos también, pero ni cuenta se dan): los gobiernos nos responsabilizan por las realidades que describimos, si no nos vendemos nuestros colegas intentan pulverizarnos por medio de la crítica, andamos por la vida sin premios ni reconocimientos para salvaguardar la integridad, etc.
Es importante conservar lo que es nuestro, no sólo porque nos vista, nos alimente y nos calce, sino porque nos ha costado sangre, territorio y pensamiento; y es la única forma de salvarnos del exterminio.
El investigador Ariel Vercelli comentó hoy este mismo artículo aquí: Cómo robó Google la obra de millones de autores por eso me enteré; Vercelli comenta: "que algunas injusticias se sienten primero en el cuerpo, que son pre-racionales"; y ya con las influencias de traducir y rebautizar o, como dicen los jueces, "transformativar" acá le reescribo un título nuevo, sin afán de ofender, sino de dar una perspectiva ecuánime a lo que dice Roxana Robinson, donde no se describe un robo cualquiera, sino que se dibuja, quizá, la estrategia para una neo-expropiación de los bienes intelectuales (¡¿cómo así?!) o lo que yo llamaría, una forma legal para despojarnos impunemente de lo que somos.
EL FEUDALISMO DIGITAL DE GOOGLE.- ¿Es justo copiar millones de libros sin pagar a los escritores? Dejemos a la Suprema Corte decidir.
por Roxana Robinson
Click para leer texto original en inglés
La semana pasada editores, expertos en derechos de autor y simpatizantes, presentaron varios amicus* para solicitar a la Corte Suprema escuchar el caso en contra de Google sobre violación-al-derecho-de-autor promovido por Authors Guild. La decisión de la corte determinará cómo y si es que los derechos y la subsistencia de los escritores quedará protegida en el futuro.
Es importante conservar lo que es nuestro, no sólo porque nos vista, nos alimente y nos calce, sino porque nos ha costado sangre, territorio y pensamiento; y es la única forma de salvarnos del exterminio.
El investigador Ariel Vercelli comentó hoy este mismo artículo aquí: Cómo robó Google la obra de millones de autores por eso me enteré; Vercelli comenta: "que algunas injusticias se sienten primero en el cuerpo, que son pre-racionales"; y ya con las influencias de traducir y rebautizar o, como dicen los jueces, "transformativar" acá le reescribo un título nuevo, sin afán de ofender, sino de dar una perspectiva ecuánime a lo que dice Roxana Robinson, donde no se describe un robo cualquiera, sino que se dibuja, quizá, la estrategia para una neo-expropiación de los bienes intelectuales (¡¿cómo así?!) o lo que yo llamaría, una forma legal para despojarnos impunemente de lo que somos.
EL FEUDALISMO DIGITAL DE GOOGLE.- ¿Es justo copiar millones de libros sin pagar a los escritores? Dejemos a la Suprema Corte decidir.
por Roxana Robinson
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La semana pasada editores, expertos en derechos de autor y simpatizantes, presentaron varios amicus* para solicitar a la Corte Suprema escuchar el caso en contra de Google sobre violación-al-derecho-de-autor promovido por Authors Guild. La decisión de la corte determinará cómo y si es que los derechos y la subsistencia de los escritores quedará protegida en el futuro.
Si usted escribe "Shall I compare thee to a summer's day?" en el buscador de Google, el texto y el autor será identificado en cuestión de segundos. Esto no es debido a que Google tiene filas de estudiantes de inglés actuando en el momento, sino porque, durante una década, Google hizo un acuerdo con un número de bibliotecas grandiosas para hacer copias digitales de cada libro en su poder.
En 2004, Google envió sus furgonetas de carga-unidades móviles, a las bibliotecas, acarreó algo así como 20 millones de libros. Los copió todos, incluyendo libros bajo derecho de autor y libros que el derecho de autor no cubría. No pidió permiso a ningún autor y a ningún editor, y no ofreció compensación alguna por el uso --aunque, como compensación, Google les dio copias de los libros escaneados a las bibliotecas.
La Authors Guild desafió la acción de Google en Authors Guil v. Google, el caso de violación-al-derecho-de-autor. se presentó primero en 2005 y decidió apelar recientemente en el Segundo Circuito de la Corte Norteamericana de Apelaciones en Nueva York. En octubre, la corte determinó que Google estaba protegido por la doctrina de uso justo en el momento de copiar los libros ---por una parte porque sólo hizo ejemplares limitados del material con derecho de autor disponible al público, y por otra parte porque la corte encontró que, hacer disponibles los libros mediante una búsqueda electrónica era "transformativo".
Pero la definición de transformativo ha significado siempre un nuevo uso expresivo del material, como el propósito creativo de la sátira ---y el copiado digital es útil únicamente si no cambia en nada el original. Así que esta fue una definición alterada del uso justo, la doctrina con cuatro principios definitorios que siempre tienen que incluir también las preguntas sobre si la acción resultará en daño a los autores y si sí o no la intención del usuario es comercial.
Google es nada salvo comercial. Este enorme tesoro de contenido editorial es la razón por la que la maquinaria de Google es tan extraordinariamente buena y ha ayudado a Google a volverse tan lucrativo. Google ha usado estos textos, sin compensación o sin permiso, para su propios objetivos. Esto incluye esconder procesos internos, como el profundo enriquecimiento de su propia base de datos de lenguaje, para traducción, búsqueda, referencia, explotación de datos, el desarrollo de algoritmos y otros usos no definidos --aparte de los extremadamente visibles, como informarnos que fue Shakespeare quien escribió ese soneto.
Google hace un uso muy comercial del material, pero afirma que su servicio de búsqueda de libros (book-search) es tan benéfico para el público que la compañía no debe pagar a sus proveedores por el contenido.
Aquí, es útil considerar que Google reportó ingresos por cerca de $75 mil millones en 2015. El año pasado, una encuesta de Authors Guild sobre los ingresos anuales de los escritores desde 2009, mostró una baja del 67% de autores con más de 15 años de experiencia. La mayoría de los encuestados, si tuvieran que vivir sólo de sus ingresos como escritores, estarían por debajo de la línea de pobreza.
Los escritores consumados son importantes para nosotros, sostienen el núcleo intelectual de nuestra cultura, y como sociedad necesitamos su trabajo, sus pensamientos y sus voces. No podemos permitir que su trabajo sea tomado sin compensación por los gigantes de la tecnología, sólo porque estos gigantes tienen la capacidad de hacerlo.
Fue para proteger a los autores de estos riesgos que los Fundadores escribieron la ley del derecho de autor en la Constitución --porque una democracia necesita autores que puedan financiarse a sí mismos dentro de una economía libre, sin patrocinios o dependencia de pago proveniente de intereses especiales. Si a Google le está permitido tomar rebanadas enormes del material bajo derecho de autor para sus propios objetivos comerciales, se establecerá un precedente y se abrirán las puertas a futuras expropiaciones.
Google alega que sería prohibitivo pagar a los autores por el uso de su trabajo, pero esa no es una respuesta aceptable. Pagar a los proveedores es un costo simple al hacer negocios. No es aceptable que una de las compañías más ricas del mundo alegue que no necesita pagar por el contenido que juega una parte crucial en su éxito financiero. Google depende de estos textos para hacer de su maquinaria de búsqueda una de las mejores del mundo, y esa superioridad es lo que sustenta sus ingresos por publicidad. El contenido atrae al tráfico, y el tráfico conduce a ingresos por publicidad.
La Corte Suprema no ha tomado un sólo caso que involucre el uso justo del derecho de autor desde 1994. Las cortes inferiores ---aplicando viejos conceptos a hechos nuevos-- han creado un nudo que traslada las compensaciones del sector creativo cada vez con mayores problemas. hacia el acaudalado sector tecnológico.
Más allá de la ley, este es un asunto de moral. Como dijo Ralph Waldo Emerson "La civilización depende de la moral". Por lo menos, es lo que el buscador de Google dice que dijo.
Robinson es novelista y presidenta de Authors Guild en Nueva York.