Intervenir reaparece en una revista mexicana: La Tempestad. La reseña es de Roberto Cruz Arzabal. El hombre fotografiado y expuesto en la revista tomando cafecito es el gran Rodrigo Flores Sánchez, y la foto de la revista con la reseña (ya que el contenido no está en línea) es también de mi querido amigo Rodrigo. La transcripción de la reseña, es mía (osea de todos y de nadie). Mil gracias a Roberto, Rodrigo y a La Tempestad, por leer Intervenir y dedicarle ¡doble página!
Sólo una aclaración: Jen tradujo el libro al inglés (no vayan a pensar que al español), y la edición es bilingüe (a pesar de sus editores, que consideran el español -y a los escritores latinoamericanos- un lenguaje de segunda)
Sólo una aclaración: Jen tradujo el libro al inglés (no vayan a pensar que al español), y la edición es bilingüe (a pesar de sus editores, que consideran el español -y a los escritores latinoamericanos- un lenguaje de segunda)
Multiplicidad Irresuelta.
Intervenir/ Intervene, el libro escrito por Dolores Dorantes y Rodrigo Flores Sánchez, traducido por Jen Hofer, abre con un epígrafe del libro La comunidad que viene, de Giorgio Agamben. La cita explica la distinción entre el bien y el mal en su relación con el "tener-lugar": mientras que el bien no tiene lugar sino que es el "tener-lugar" de los entes, el mal consiste en que el "tener-lugar" se vea reducido a un hecho común, a la intrascendencia. Ambos espectros enmarcan la tensión que se pone en juego a lo largo del poema, no porque éste se escriba como un tratado sobre el bien y el mal, sino porque el "tener-lugar" se ha vuelto un campo de disputa para la existencia y el sentido. Antes que un poema sobre las virtudes de la bondad o sobre las condiciones del mal, Intervenir/ Intervene es un poema que se ocupa de la oposición y la ausencia en las condiciones críticas de la violencia actual.
Lo que se clava, lengua
Lo que nos zumba, fosa:
Esta intemperie nos ha fabricado estos cuerpos,
DOLOR
estas torres,
CONCLUYE
capataz
DESPRÉNDEME
oficial
estas cabezas
BAJO EL CIELO
Aunque hay dos autorías, el poema no se construye con base en dos voces, no hay una dialéctica en el interior del poema sino un despliegue de superposiciones y acumulaciones: hay reclamos, hay órdenes y hay lamentos, pero no se concentran en torno a una dualidad (el bien y el mal del marco agambiano). Hay voces que se despliegan en los espacios del poema, estos decires a veces tienen cuerpo, y a veces observan los cuerpos derruidos ("El amor se me ocurre/ como se me ocurrió tu cuerpo reventado"). La traducción amplía la dirección del poema y la multiplica en el interior hacia otra lengua "La traducción es una forma de dictado" escribe al final Hofer, el dictado obedece a una dictadura, o se contrapone a ella, pero no escapa: busca subterfugios.
En su libro Cualquier hombre es una isla, Mario Montalbetti escribe, al explicar cierta poesía moderna: "El signo destruye el sentido para fosilizar la significación, es decir, domestica una cadena de significantes atribuyéndoles la seguridad de un significado [...] Puedo definir poema entonces como la resistencia a hacer signo". Intervenir/Intervene, está escrito desde la pluralidad sin ser su elogio, no se enmarca en la lógica de la multiplicidad, una lógica de la diversificación del capital; en cambio su multiplicidad no conduce a ningún sitio, no se concentra. Esta diversidad puede parecer chocante para los lectores acostumbrados a la lírica dirigida y con un sentido lineal, a pesar de ello la dispersión no resulta el efecto de una innovación sino de una estrategia. A partir de la cita de Montalbetti podemos pensar en la multiplicidad irresuelta como parte de la resistencia a hacer un signo, una resistencia también a marcar un enunciador y un espacio definidos.
En un tono que recuerda vagamente al poema de Efraín Huerta, Amor, patria mía, el texto se escribe en dos claves que lo sostienen: la violencia erótica y el territorio. La violencia ocupa un lugar entre los cuerpos, que ocupan a su vez un lugar dentro del territorio: "Sólo soy mi país/ / estoy quebrado/ con fisuras sobre mi madera// Y quiero// Deseo poner mi país en tu cuerpo/ porque no sé llorar". Pero el territorio no existe en realidad, es el "tener-lugar" ausente, que enmarca en su ausencia, la multiplicidad del poema. A lo largo del texto se distribuyen las citas desmembradas del poema "Piedra colorada" de Héctor Viel Temperley, que sirve como metarelato de Intervenir/Intervene al reafirmar la clave de ausencia en la que se escribe. Ante la multiplicación de sujetos y voces, la dispersión de un territorio inexistente. Ante la lógica de la acumulación del capital, las alegorías del vaciamiento, de la diseminación y del subterfugio. La relación entre ambas partes interpretativas, sin embargo, también es una falta. Un no decir que va poblando.
En la forma del poema, la ausencia del signo me recuerda el dictum de Robert Duncan: "el poema no es un flujo de conciencia, sino un espacio de composición"; en la expresión, la ausencia de signo crea un espacio en falso en el que la falta parece una respuesta a la ubicuidad de la acumulación. Acaso intento de escritura heterotópica, su resolución es siempre la falla: "Hambre es// nostalgia de// un trazo".
En el epígrafe la divinidad es un "tener-lugar", un espacio que, habitado, puede volverse territorio. Si el territorio del poema es inexistente, o si su existencia es apenas perceptible como remanente, entonces el bien es imposible. El mal, en cambio, la banalidad de su procedencia, existe pero no tiene forma. Lo que hay es lo indecible de la ausencia. No lo indecible como el efecto del trauma, sino lo que no puede ser nombrado porque no tiene fundamento. "Un tiempo mi tarea era escarbar porque/ creí con devoción que algo me esperaba/ bajo tierra. Sólo encontré basura. Basura". En el país de las fosas, lo indecible deja de ser un manierismo de la forma para convertirse en estrategia de sentido--------Roberto Cruz Arzabal.
En la forma del poema, la ausencia del signo me recuerda el dictum de Robert Duncan: "el poema no es un flujo de conciencia, sino un espacio de composición"; en la expresión, la ausencia de signo crea un espacio en falso en el que la falta parece una respuesta a la ubicuidad de la acumulación. Acaso intento de escritura heterotópica, su resolución es siempre la falla: "Hambre es// nostalgia de// un trazo".
En el epígrafe la divinidad es un "tener-lugar", un espacio que, habitado, puede volverse territorio. Si el territorio del poema es inexistente, o si su existencia es apenas perceptible como remanente, entonces el bien es imposible. El mal, en cambio, la banalidad de su procedencia, existe pero no tiene forma. Lo que hay es lo indecible de la ausencia. No lo indecible como el efecto del trauma, sino lo que no puede ser nombrado porque no tiene fundamento. "Un tiempo mi tarea era escarbar porque/ creí con devoción que algo me esperaba/ bajo tierra. Sólo encontré basura. Basura". En el país de las fosas, lo indecible deja de ser un manierismo de la forma para convertirse en estrategia de sentido--------Roberto Cruz Arzabal.