Aham (manifestar) Nivedin (consciente)
Aham (manifestar) Atma (consciencia)
Literalmente se traduce: soy consciente de que soy consciente
Escribir es así: uno habla, uno platica, uno siente que podría decir cualquier cosa. ¿A quién? Si uno se concentrara en ese
quién difícilmente saldría algo por la boca de este teclado. No hay
quién. O es un
quién que sólo existe en el momento que se nombra. Uno habla pues a una mente sin contenido pre-existente. No hay en ella nada que le podamos vaciar; no hay en ella un contenido del que nos podamos apropiar; no existe en esa mente a la que hablamos nada que podamos explotar y con lo que podamos hacer tratos o intercambios. Uno habla a una mente que tampoco enjuicia. Uno siente cuando escribe, cierto nivel de comprensión, cierta red de soporte, cierta fuente que escucha sin enfrentarse a la etiqueta que solemos ser en determinados círculos sociales, o núcleos comunitarios o constelaciones humanas. Uno es y punto. Uno manifiesta su miedo, su dolor, su rabia quizá por las circunstancias más absurdas. Uno echa a andar su admiración, su devoción, su manera de traducir el mundo, el vago concepto del amor o la escurridiza, pero mágica, sensación de libertad. Entonces uno empieza a tocar absolutos, estaba uno a punto de decir "absoluta libertad" pero ¿acaso, fuera del absoluto, existe otra forma de experimentar lo que llamamos libertad? Uno, entre más escribe, más refuerza esa sensación de libertad o de estado absoluto e incuestionable de lo que
se es. No me refiero a que se anule en nosotros la necesidad de cuestionar, todo lo contrario; uno formula, con absoluta libertad, preguntas que tal vez para seres humanos más evolucionados resulten una estupidez absoluta. Pero uno llega a algo, alcanza algo, toca algo. Algo como aquella experiencia que tuve de saberme parada frente a un ser invisible cuyo cuerpo estaba formado sólo por magnetismo, y me daba las manos y yo podía sentirlas: me parecía imposible creer lo que no estaba viendo, frente a mi vista estaba sólo un paisaje como punto localizado donde se detenía mi camino, interrumpido por eso: lo que no se ve. La experiencia, en contadas ocasiones, sucede sin que pongamos en juego nuestros cinco sentidos, sucede en la mente absoluta. Por eso es bueno escribir así, hablando a eso que no tiene un contenido pre-existente, sino que se forma desde nuestra plática. Porque tocamos cierta globalidad, no estamos conversando con nuestra familia, no estamos conversando con el muchacho que nos gusta (o sí, pero desde otra esfera, la esfera desde donde no le hace falta a nadie interpretar lo que somos, cómo vestimos lo que manifestamos, qué color nos gusta más, dónde nacen nuestras preferencias, nuestro tono de voz ¿esta voz tiene un tono?). La escritura es así, un alcance. Quizá el alcance de una percepción global, despojada de identidad, de interpretación, de preferencias, de distinciones. Uno habla a esta percepción global desde otra esfera que permite escribir: el artificio del lenguaje y por ende, la identidad, la interpretación, la preferencia. Contrastes que se unen (o se besan diría la preferencia) manifestando lo absoluto.