Disculpen que venga aquí a contarles mis sueños, pero es que el sueño de anoche fue extraordinario. Hace años, conocí a una mujer indígena tarahumara de nombre Teresita; llegamos hasta un lugar en la sierra de Chihuahua, en la mera cima, frontera con Sinaloa. Al lugar lo bautizaron Puerta del Cielo. De esto hace, quizá trece o catorce años. Yo viajaba con un grupo de exploradores-amigos interesados en el chamanismo, la espiritualidad y esas cosas. El asunto es que Teresita tenía fama de trabajar con la energía de las manos. Llegamos después de más de 14 horas de camino de brechas, y ella eligió trabajar directamente cuatro personas, yo entre esas cuatro. Cuando ella puso sus manos sobre mi cabeza, yo literalmente me fui; como si estuviera viajando por un túnel de luz, fuera de mi cuerpo. El viaje se detuvo porque llegué frente a una energía invisible, pero que podía tocar. Tocaba sus manos y sus dedos se sentían como el campo magnético de los imanes opuestos. Y yo pensaba algo como: sí, si hay alguien frente a mí, sí... son sus dedos ¿quién está ahí?
Durante este tiempo no fui consciente de lo que pasaba con mi cuerpo: me había desvanecido, mi cuerpo estaba helado, mis labios traslúcidos; mi hermana se desmayó de la impresión, todo mundo rezaba. Yo no me di cuenta hasta que regresé,
Pues ayer soñé que estaba en Nicaragua. Con un grupo de mujeres. Y tenía una experiencia parecida, pero consciente: estoy dejando mi cuerpo, ahí voy. Me sumergía en una luz absolutamente placentera, dorada y rosa. Y después regresaba para hablar con las mujeres que me rodeaban y les prehuntaba qué había pasado con mi cuerpo. Todo había estado bien. Luego salíamos a visitar tumbas, tumbas que no estaban cubiertas del todo, que tenían sólo bloque de lodo encima, quebrados, con ranuras. Tomábamos unas piedras y las tallábamos sobre estas tumbas. Y las piedras pintaban cada tumba de colores distintos, recuerdo el morado, como el color católico de adviento. Pero otras piedras soltaban también un polvo color rosa. Sabía que estaba en Nicaragua. Después desperté, muy contenta, Y salí de mi casa, muy contenta a visitar una sala con pinturas del renacimiento. Qué cosa tan enigmática, muchas veces, los sueños.