el mundo |
Como tengo la fecha límite para un libro que, aunque ya está escrito, me resulta imposible de recopilar porque nunca lo pensé como libro y que, de hecho, alguna vez cuando el blog fue una moda (como ahora los selfies) algunos de mis amigos más queridos afirmaron que el día que se publicara en un libro lo que publicábamos en el blog, estaríamos traicionando nuestras más nobles intenciones; yo , sin embargo, he tenido una oferta que me resulta imposible rechazar. Porque, para empezar, es una editorial maravillosa, cuyo nombre no mencionaré, porque ¿qué tal si después de todo nada cuaja? profundamente femenina y sería mi primer libro de crónicas. Asunto que muero por realizar. En secreto, lo único que yo he querido escribir toda mi vida es prosa. En secreto también, considero que mis libros de poesía fueron sólo un ejercicio para templar mi propio lenguaje, para domarlo y, a fin de cuentas, despojarlo de ese sentido de propiedad. El asunto es que cualquier fecha límite me estresa; yo, en realidad, a estas alturas del año quisiera estar tomando un chocolate con churros en Madrid, bebiendo güisqui y cantando kareoque en Quito, caminando bajo un atardecer en Managua o viéndome en la penosa necesidad de decidir cuántas cajas de alfajores podré meter en mi maleta, o preguntándome cuántas horas más permanecen las librerías abiertas en la noche ¡qué se yo! ¡El mundo! a estas alturas del año quiero el mundo y no la comunicación del mundo que recibo diariamente a través de esta plataforma hasta mi adorado desierto. En fin, quejas más, quejas menos, tengo que terminar porque lo digo yo, que soy mi madre, mi patrona o mi generala, pero siempre me doy órdenes muy suavecitas cuando me envuelve el estres. Me digo: oquéi, empiezo el lunes y me dedico a hacer lo que me de la gana del jueves al domingo. Y resulta que no, que hay que ir al banco, que el domingo hay taller, que hace frío, que ya casi se acaba el tiempo y no he podido bailar, ni he podido abrazarte ¿de qué se trata esta vida? ¿por qué estoy corriendo? ¿quién me paga por hacer qué?
El punto extra es que ahora vivo cerca de mi familia ¿recuerdan a mi familia, la de la cena de hace algunos posts? Bueno, pues habrán otras cenas... sé que han comprado regalos, yo misma soy encargada de organizar una de las fiestas porque mi hermana tiene 24 años de intachable y prestigiosa carrera que celebrar y ¿dónde creen que será la fiesta? ¡Sí, exactamente! ¡mi lugar favorito!: ¡el consulado Mexicano! Y yo pienso que mi hermana es una reina, mi hermana es hermosa, brillante, adorable, dulce, de enoooorme corazón, buena, encantadora a tal grado que no puedo decir: "¿organizar qué? ¡estoy muerta! ¡he muerto antes que la fecha límite para entregar el libro! ¿y tú quieres que justo ahora, casi acabando el año, reúna todo un ejército de amigos? está bien".
Ustedes saben a cuántos editores les he dicho no sin que me tiemble una pestaña, en cuántas antologías también amablemente (y con agradecimiento) me he negado a participar, cuántos viajes al horrible New York he rechazado este año; y también saben con cuántos hombres no he salido porque pronunciaron "mal" una palabra, cuántas veces no me he casado porque no me lo pidieron con la frase "adecuada", en cuántas ocasiones no he comido sólo por no despegarme del monitor para continuar escribiendo; pero a mi hermana, simplemente no puedo decirle no.
Así que no basta con el estrés de entregar un libro como presagio de fin de año y amuleto para el año que viene, también tengo que asegurarme que la banda de jazz llegue a tiempo, que los invitados sientan que algo dulce y cálido se abre en sus corazones al entrar a la fiesta, que mi hermana brille (más) de lo que brilla siempre, porque mi hermana es una joya, mi hermana es una llama viva, mi hermana es la mejor mujer del mundo. Sí ¡el mundo! al que yo ya siento que no llego este año.
Posdata: saludos Jhon Pluecker y haaaarto abrazo virtual.