En la plática post-performance, con mi cocreativo: Román Luján


Hace dos años que hice mi primer performance. Tuve ganas de escribir al respecto pero nunca pude. Decidí que sucediera como algo que sencillamente se manifiesta en un espacio de la ciudad y repercute (o no) en el pensamiento de los otros. No hubo documentación, por tratarse de un acto de sometimiento. En estos tiempos de ultra comunicaciones por internet prefiero fomentar lo efímero. Quienes participaron en ese performance para la lectura de Estilo vivieron lo que para mí, hasta el momento, resulta importante de un performance: la generación de una experiencia (la experiencia de desesperación en aquel caso). El otro día hablaba con Anthony y con Ben acerca de una sensación que se repitió entre un performance y otro (el otro, el performance que hicimos nuevamente en Machine Project, Román Luján, Juan Manuel Portillo y yo), y Anthony lo definió como "esa ambivalencia" entre el acto de sometimiento y la creación de un momento consciente. Cuando el sometimiento tiene algo que decir, no simplemente como un acto de crueldad, sino como la manifestación que conecta el cuerpo con una realidad global presente. La ambivalencia que existe en Estilo, no leída, sino experimentada a través del cuerpo, de la carne.  A últimas fechas han fluido en este país discursos sobre la radicalidad, el racismo, la izquierda, el anarquismo y demás temas jugozos que resultan muy atractivos porque parecieran un atrevimiento, un desafío. No creo en la radicalidad de un grupo que, por ejemplo, se dice anticapitalista y utiliza servicios como este, auspiciados por Google. Así que he decidido someterme a mí misma a actos radicales de expresión, por ejemplo, presentar un performance únicamente en español sin consideraciones de mi lenguaje hacia el lenguaje dominante; el sometimiento y el control logran mucho menos que el amor; besar es más poderoso que someter, es ahí donde radica la verdadera fuerza. 
Cuando alguien entra a un performace entra a un espacio impredecible, como ejecutante sentir en mi cuerpo esa incertidumbre me fascina. Hay una fascinación en el descubrimiento de mi propia experiencia unida a la de otros, una fascinación invaluable: un bien que nace en el momento en que me uno a los demás. De afuera hacia adentro, con tropiezos que ya no se van a corregir, con imperfecciones que ya no se van a perfeccionar, un acto que jamás volverá a suceder; son esas comunicaciones silenciosas que dan valor. No el valor con el que se pretende tazar un trabajo artístico en estos tiempos, el otro valor, el verdadero.