Soy bonita, no es nada raro, puesto que soy mujer. La belleza es una de las condiciones de la naturaleza femenina. Hubo un tiempo en que sentía que la masculinidad ganaba terreno en mi organismo y cuando rezaba, pedía "Dios mío hazme más femenina, por favor". ¡Estaba pasando por un genocidio celular! Ahora mi cuerpo es un mar de nenas. Qué terrible enfermedad esa en que la flor comienza a dejar de ser flor y cree que se transforma, cuando en realidad sólo está muriendo. Anyway,  Me gusta escuchar que soy bonita, pero no me gusta creer lo que implica ese anzuelo. No soy bonita porque alguien lo diga, soy bonita porque es mi naturaleza. Necesitar que alguien diga que soy bonita equivale a necesitar ganar un premio para saber que soy escritora: el reconocimiento, que le llaman. Qué palabra tan acertada "reconocimiento" ¿no les parece? Nos posiciona en el lugar de la ignorancia, pero no esa ignorancia que me gusta, sino esa otra que impide que veamos lo que somos. Es como, si a estas alturas, mis amantes me entregaran un reconocimiento como la mejor cocinera, uno corre el riesgo de creerlo pero, como naturalmente no es un don que esté en uno, entonces también uno corre el riesgo de depender de aquellos que deciden entregarnos el "reconocimiento". No sólo de pan se esclaviza el hombre. Nos esclavizamos de las cosas discretas, prudentes; nos esclavizamos de los ríos silenciosos que nos dibujan ilusiones estupendas. Nos esclavizamos del amor a ser lo que no somos. Mark me prometió un kimono para navidad; a Mark le gusta soñar, por ejemplo. Es un gusto auténtico: sus ojos crecen y brillan cuando construye su futuro en el aire. Conozco esos juegos de la imaginación, son fabulosos. Jugar a soñar es igual que drogarse: uno entra en paraísos que, quizá, no pisará nunca en la realidad. Por eso no me gusta que Mark pretenda que yo lo acompañe en sus sueños. Me gusta el presente. No es que me guste el presente como es, me refiero a que me gusta estar en el presente. La imaginación la practico dentro de las cosas concretas, como generar modelos educativos u organizar un nuevo taller, idear estrategias para sobrevivir sin dinero, evadir a las editoriales que generan contratos abusivos, etc. Sueño cuando duermo y entonces ya, la imaginación, se convierte en otra cosa. La diversidad de pensamiento que ofrecen mis amantes me fascina, no sólo porque se trata de un colectivo de pensamientos masculinos con el que puedo dialogar, sino por el amor. Son pensamientos que me aman, sin duda: totalmente. No sólo somos amantes para cojer; me fascina la forma masculina de amar. La fascinación del hombre con la flor,