Cada día, me siento más como una flor que como un animal. Ese es el cambio tal vez: florezco. Me gusta ser una animal, me gusta el estado alerta e instintivo. Pero últimamente me quedo quieta y en silencio, viendo pasar los colores de la vida. Ser una flor tiene que ver con el único movimiento de la quietud. Esta flor te extraña. Pero no importa. No me refiero a ti. Me refiero a ti, Imagino que eres tú el que cruza frente a mí en el estacionamiento del supermercado, por ejemplo. Pero sé que estás dando alguna clase en Europa, o estas impartiendo una conferencia en Brasil, o hablas de los riesgos de las fronteras en el mundo en alguna universidad en este infierno o extraes petróleo en ese lugar cuajado y húmedo de Texas. Siento que estoy a un paso de quebrarme, de cualquier forma. Cosas de flor, tú sabes. Cosas de flor que abre empujando la savia con un esfuerzo doloroso. A la buena de Dios. ¿Ves? Estas semanas me ha costado trabajo volver aquí, Estas semanas me está costando trabajo volver. Los geranios, la margarita, la enredadera miguelito, la uña de gato y aquella, aquella flor de la que no sé el nombre no me dejan volver. El desierto como una flor abierta no me deja volver. El desierto y la flor abierta de la tarde. Estoy plantada, sin mi voluntad animal.