Puedo apostar que en Uruguay no existen las alergias. Doy vueltas aquí porque tengo un día libre. Una biblioteca desbordada en desorden. Un futón a medio paso en la misma biblioteca de una visita de hace diez días y un corazón medio desolado que sólo quiere escuchar jazz. El jazz es mi música terapéutica desde hace cinco años. El jazz es para mí como un prolongado descanso. Como llegar a una casa limpia y luminosa para tumbarme en un sofá, satisfecha. Por eso el jazz me sirve, aunque no haya levantado el futón de la visita que estuvo aquí hace más de diez días, y en la biblioteca no pueda encontrar lo mínimo. Hay, sin embargo, asuntos que no puedo remediar; observo el cuadro que está en la entrada de casa, por ejemplo. Sé que ese cuadro es mío, que yo mandé a enmarcarlo con algún carpintero (porque nunca compro marcos sueltos para ese tipo de arte) pero no recuerdo las circunstancias. Por más que pienso frente al cuadro no recuerdo qué carpintero lo enmarcó, cuándo y cuál era el lugar que ese cuadro tenía en mi casa de México. Así, sin más: no lo recuerdo, punto. Me inunda un vacío cuando intento averiguar, y definir por qué, precisamente ese marco, de todos los marcos, es el que no recuerdo. No insisto, (me gusta la palabra "insisto" es un brote, un botón de flor, acompaña muy bien al pimpollo que forma la palabra "necesito"; el verbo no, la palabra en sí. Mis 2 mascotas: insisto y necesito) porque sé que insistir sería conducirme al infierno de las conjeturas. Como elegir preguntarme ¿qué estarás haciendo ahora? ¿con quién vas a salir esta noche? ¿cómo duermes? ¿cómo es tu casa? ¿Qué piensas de las formas que hay en tu cuerpo? ¿Me recuerdas cuando oyes el nombre "Lola"? Hace más de quince años que esa curiosidad no me visitaba, pero sé que si la alimento hace crecer al monstruo de mis obsesiones: puedo construir un mundo entero al rededor de lo que imagino que haces y la distancia que nos separa, partiendo de una comunicación que no existe. Imaginar es mi trabajo (la imaginación, esa zona donde germina la felicidad). Tengo práctica. Desde que llegué al desierto tuve que reducir experiencias. Reduje experiencias, como reduje el número de amantes con el que inter-soy. El desierto es muy lógico, tal vez por eso me gusta. Ayuda a la reflexión hipotética. Hunde. Claro, como no separo lo que reflexiono de las experiencias que he tenido me contrapongo (ya sabes, por eso del lugar). Es como dar de comer a la lógica los frutos del pasado (una bonita y romántica forma de asesinarla), me contradigo (por eso de la palabra). Y ahí estoy, con mis experiencias reducidas a la mitad: pensando.
Puedo apostar que en Uruguay no existen las alergias. Doy vueltas aquí porque tengo un día libre. Una biblioteca desbordada en desorden. Un futón a medio paso en la misma biblioteca de una visita de hace diez días y un corazón medio desolado que sólo quiere escuchar jazz. El jazz es mi música terapéutica desde hace cinco años. El jazz es para mí como un prolongado descanso. Como llegar a una casa limpia y luminosa para tumbarme en un sofá, satisfecha. Por eso el jazz me sirve, aunque no haya levantado el futón de la visita que estuvo aquí hace más de diez días, y en la biblioteca no pueda encontrar lo mínimo. Hay, sin embargo, asuntos que no puedo remediar; observo el cuadro que está en la entrada de casa, por ejemplo. Sé que ese cuadro es mío, que yo mandé a enmarcarlo con algún carpintero (porque nunca compro marcos sueltos para ese tipo de arte) pero no recuerdo las circunstancias. Por más que pienso frente al cuadro no recuerdo qué carpintero lo enmarcó, cuándo y cuál era el lugar que ese cuadro tenía en mi casa de México. Así, sin más: no lo recuerdo, punto. Me inunda un vacío cuando intento averiguar, y definir por qué, precisamente ese marco, de todos los marcos, es el que no recuerdo. No insisto, (me gusta la palabra "insisto" es un brote, un botón de flor, acompaña muy bien al pimpollo que forma la palabra "necesito"; el verbo no, la palabra en sí. Mis 2 mascotas: insisto y necesito) porque sé que insistir sería conducirme al infierno de las conjeturas. Como elegir preguntarme ¿qué estarás haciendo ahora? ¿con quién vas a salir esta noche? ¿cómo duermes? ¿cómo es tu casa? ¿Qué piensas de las formas que hay en tu cuerpo? ¿Me recuerdas cuando oyes el nombre "Lola"? Hace más de quince años que esa curiosidad no me visitaba, pero sé que si la alimento hace crecer al monstruo de mis obsesiones: puedo construir un mundo entero al rededor de lo que imagino que haces y la distancia que nos separa, partiendo de una comunicación que no existe. Imaginar es mi trabajo (la imaginación, esa zona donde germina la felicidad). Tengo práctica. Desde que llegué al desierto tuve que reducir experiencias. Reduje experiencias, como reduje el número de amantes con el que inter-soy. El desierto es muy lógico, tal vez por eso me gusta. Ayuda a la reflexión hipotética. Hunde. Claro, como no separo lo que reflexiono de las experiencias que he tenido me contrapongo (ya sabes, por eso del lugar). Es como dar de comer a la lógica los frutos del pasado (una bonita y romántica forma de asesinarla), me contradigo (por eso de la palabra). Y ahí estoy, con mis experiencias reducidas a la mitad: pensando.