Les recomiendo tener un blog. Todo mundo debería ejercer su derecho a escribir. A mí me ha servido mucho y, recuerdo que hace más de quince años, cuando el blog comenzó (y comenzamos) a muchos nos sirvió de ejercicio terapéutico. Yo, por ejemplo, que aquí no soy yo, ni tú, por ejemplo vengo aquí a descansar o cuando el estrés me tiene harta o cuando me enamoro o cuando me enamoro y lo niego o cuando odio. Todo me ha conducido a la escritura. Tengo otros blogs, como saben. El blog de una secretaria, el blog de una adicta a la heroína, el blog de un novelista japonés, el blog de cielo portátil, el blog desde donde sólo habla una máquina pero éste, éste es el blog como último recurso. Como hoy. Cuando parece que todo falla, cuando creo que me he equivocado en todo, cuando siento que lo único que quisiera es abandonar este lugar, vengo aquí y todo se transforma. Escribir me hace creer que construyo algo bien, que no soy una desposeída del todo. Ya es abril. Este año comencé contando el transcurso de los meses, el ancla en la que me encuentro. Así le llamo hoy, pero ustedes saben bien que esa ancla se transforma favorablemente siempre, se convierte en mi fuerza vital, en mi avance. Para un animal como yo sentirse anclada, sujeta, inmóvil es un pequeño infierno. Pero basta venir aquí. Comenzar a soltar las palabras y la esperanza se reconstruye. ¿Cómo alguien en este mundo puede tener esperanzas? Pues así, haciéndolas aparecer de la nada. La nada es una fuente importante. Hoy, por ejemplo, de la nada, me escribió alguien en el tuit. Un completo desconocido. Charlamos unos minutos. Nos hicimos reír ¿no es acaso esperanzador? así, de la nada. Pues en momentos como hoy, echo la nada a andar. Lo que tengo: nada. Lo que poseo: nada. Lo que doy: nada. Lo que logro: nada. Lo que me satisface: nada. Nada. Sin ti no tengo nada y sin embargo pienso que a ti no te gustaría verme así, sin nada. Así que, de la nada, construyo este mundo, para que tú me quieras. Como un buen animal. Para que tú hables, y me escribas, y quedes atraído por el ejercicio de mi inteligencia. Una forma permanente de amor. Es esperanzador, pero también es nada ¿por qué nada nos hace sufrir tanto? ¿por qué necesitamos algo? ¿por qué no basta? ¿por qué una publicación no basta, una casa no basta, un pasaporte no basta, una ciudad no basta? Pareciera que todo está localizado, anclado, enraizado en un solo lugar, y cuando todo se ancla se convierte en esta sensación de nada. De tristeza de páramo. Como cuando alguien no tiene más remedio que detenerse a esperar.