El Rapto de Eloísa. Jorge Esquinca. Chiara Carrer. Conaculta-Petra Ediciones. México, 2014.


"Quédate aquí, Eloísa, cada semilla que duerme, 
cada raíz, cada tallo, cada flor que se levanta, 
Eloísa, eres tú."

El periodo de gobierno de Felipe Calderón en México, ha sido uno de los más sangrientos en la historia de Latinoamérica (con el respeto que me merece Honduras, debo aclarar) más de 25 mil personas asesinadas por comandos armados, ejército y peatones silenciosos. Cientos de miles de "desaparecidos" y otros cientos de miles desplazados. Aunque sabemos que la época de violencia en México comenzó mucho antes, como si nada, cuando en la frontera México-Estados Unidos "desaparecían" también mujeres primero, adolescentes después y en la época de Calderón: niñas. Desde 1992-1993, la frontera norte de mi expaís estaba ya plagada de "almas en pena": madres que habían perdido a sus hijas, que deambulaban por el desierto buscándolas, exigiendo el apoyo del gobierno llevando de la mano a sus nietos huérfanos, que hoy en día ya son adultos. La política de extermino en Centroamérica no ha terminado pero quizá (y ojalá) ya esté en sus últimas etapas. No estoy contando, me habrán de perdonar y en este momento reflexiono, el desplazamiento y las matanzas de indígenas que han existido siempre. Digamos que fue entonces en el 1992-1993 que esa política de extermino se extendió a la población mestiza. Con la llegada de Calderón al poder el exterminio y el desplazamiento adquirieron el matiz de las dictaduras de ultra derecha y fueron ordenados (¿por quién? bueno, en las dictaduras nunca se sabe ¿verdad') crímenes específicos contra ciudadanos incómodos. Quiénes son los ciudadanos incómodos en México: las personas que promueven el pensamiento crítico, la libertad, la educación, la justicia y la defensa de derechos humanos. Entre tantos de estos seres peculiares asesinaron al poeta Guillermo Fernández, en Toluca, después, claro, de haber sido sometido a las sesiones de tortura que acostumbran los militares. La muerte de Guillermo nos sacudió a todos. No quiero imaginar, pero imagino, lo que sufrieron sus amigos cercanos. Amigos como el escritor Jorge Esquinca. de quien me precio contar en la pequeña línea de fuego donde mis amigos sobreviven. ¿Pero qué tiene que ver la política con el arte? se estarán preguntando los más ingenuos, y bueno... desgraciadamente tengo que decir que esos nexos que nos empeñamos en borrar se manifiestan así, de golpe, con torturas, desapariciones y asesinatos que nos dejan parados en medio de la incertidumbre; cuando un Estado actúa paranoico el más sublime acto de amor puede parecerle una amenaza. Así que, después del asesinato de Guillermo ya no fuimos los mismos. Y se refleja en nuestro trabajo. Tenía ya, desde hace varios meses, sobre una mesita en mi biblioteca, El Rapto de Eloísa, un libro para niños escrito por Jorge Esquinca y maravillosamente ilustrado por Chiara Carrer. Hoy decidí leerlo atraída por el lenguaje tan claro y exquisito que caracteriza a mi amigo. No tenía idea de lo que iba a encontrar. La historia de una madre y una hija, una madre con el poder de la magia (el poder que importa, diría yo) y una hija con el poder de la ternura y la imaginación. A la niña se la traga la tierra, la madre enloquece: la literatura infantil de nuestros desaparecidos. No quiero encasillar el trabajo de Jorge en la dimensión de la denuncia de la guerra. No, el universo de mi amigo es mucho más sutil y global, lo que le permite traspasar las barreras que construyen ahora los escritores del oportunismo lucrando con el dolor de quienes ya han sido explotados y reventados por su propio país. Jorge transforma ese dolor; en su lenguaje no hay violencia, hay amor, compasión diría yo: su dolor mismo. Y es este tipo de literatura la que sostiene mi esperanza, porque refleja la acción más alta a la que como escritores debemos acceder: el poder creativo sin disimular el terror al que un país nos tiene sometidos, sin callar nuestro hartazgo por la política de exterminio que parece controlar Centroamérica, pero con arte, pero con magia. Manifestando que no, no han podido arrebatarnos nada.

"Resumidero de cuadrúpedos,
calamidad de chuparrosas,
ojo de saponarias

regrésenme a mi niña"