Quito, Ecuador. Noviembre 2014.


¿Qué decir ante la alegría? ¿Qué hay fuera de nosotros? ¿Existe eso a lo que nos gusta llamar distancia? ¿Alguien dijo que hay partes de la galaxia donde las distancias se doblan y los mundos vuelven a tocarse? ¿Creemos todo a pie juntillas? Es decir ¿Creemos que afuera y adentro son realidades diferentes? ¿Que esto es aire? ¿Que esta superficie es una pantalla? ¿Que estas preguntas preguntan en lugar de expresar afirmaciones a través del estado interrogativo? ¿Y qué tal que allá afuera todo fuera tu mente? ¿Qué tal que ese niño con la garganta degollada es la manifestación de lo que somos? ¿Qué tal que en el momento justo de cada procreación residimos nosotros? ¿Que en cada nacimiento nacemos todos otra vez? ¿Que tal que cada vez que un recién nacido abre los ojos todos tenemos la experiencia de ver por primera vez? ¿y qué tal si cuando nace un niño que no hablará nunca y nace un bebé sin ojos, vuelve a nacer en nosotros la extrañeza de haber nacido en el lugar equivocado? ¿Qué tal que el dulce de leche es una fuente que proviene de nuestro corazón? Cuando las flores abren, o las hojas caen nosotros caemos y nosotros abrimos. Pero ya lo dijo mejor Macedonio ¿o fue Girondo? ¿Y la herida? ¿Y la prisión? ¿Y el terror? ¿Y las personas que caen acribilladas, masacradas con piedras, aterrorizadas con machetes, reventadas a golpes? ¿Y las puertas de hierro que se cierran detrás de los países? ¿Y los túneles? ¿Y todos los que se han acostumbrado ya a vivir bajo tierra, sobre los árboles, en las cuevas o prisioneros en campos de cultivo, deformando sus cuerpos por colectar maravillosos frutos inclinados por más de doce horas? Los frutos, amor, también somos los frutos por los que otros esclavos se rompen. Las manos por las que otros esclavos cesan. Las bocas dulces que otros han de extrañar.